Diario del Estado de Alarma (Día 67): ‘La utopía de la manifestación soñada’
Análisis de la situación nacional y de la Tauromaquia
La manifestación utópica es la tormenta perfecta. Ideal, cumbre, jamás vista. Meter lo rural en La Castellana de Madrid. Todos los de la tierra, agricultor, ganadero, torero, cazador, pescador, cetrero, con sus animales. La enseñanza perfecta: esto son ovejas, esto son vacas y eso bueyes y allá caballos. Los perros son estos tan distintos, hay asnos y mulas, ¿sabían? Qué pizarra más perfecta es La Castellana de Madrid sobre la que escribir a los que no saben un Barrio Sésamo elemental y multitudinario que enseñe las vocales: el mundo rural. La España Abandonada. La España condenada.
Sería, la manifestación más absoluta, concluyente y definitiva. Señores, la vida es esto. Por esto y con esto se vive. Imaginad. Con sus tractores y sus camiones, con sus realas de perros, sus yuntas de bueyes, sus sementales, sus vacas de leche y su porcino. Olores de excremento, sonidos de la vida, cóctel de un país llamado España. El día que el todo el mundo rural se una, desde el gallero del monte, el del caballo de la capelada, el asturiano de montaña, el montañés de Cantabria, el de secano de Castilla, el de huerta del Levante, el del algodón por Sevilla o la fresa por Huelva, el de la piña y el trigo y la manzana y la lechuga.
‘No se necesitaría pancarta alguna. Es España, La España de siempre no necesita ni pancarta ni eslogan, marchando en unión rural sin más patriotismo que la tierra de todas partes que llaman comunidades’
Y el del toro bravo, banderilleros y picadores a caballo. Cazadores a puñados. No se necesitaría pancarta alguna. Es España, La España de siempre no necesita ni pancarta ni eslogan, marchando en unión rural sin más patriotismo que la tierra de todas partes que llaman comunidades. Imaginad, en un alto, manos que ordeñan ubres. La lana de las ovejas mostrada en un esquilar ejemplar. El vuelo de un halcón de ida y vuelta, el perro pastor que maneja rebaño a la voz, en caballo con su paso español, su doma, los vuelos de capotes al aire de Madrid.
Siempre soñé ese momento de gloria de la tierra, la invasión pacífica de la tierra sobre el territorio del asfalto, justo hasta el Congreso de los Despistados, allí donde se venera el hormigón y el suelo duro de alquitrán y se olvida del olor y la textura de la España que da de comer a todos. La que da para soñar a todos.
‘Siempre soñé ese momento de gloria de la tierra, la invasión pacífica de la tierra sobre el territorio del asfalto, justo hasta el Congreso de los Despistados‘
Cada animal manifestándose. Manifestando que existe y para qué existe y por quién existe. Los animales diciendo uno a uno su nombre real. Las mascotas mirando desde los balcones. Dudando si son perro o gato. Y sus señorías tapándose la nariz. Qué mal huele lo que bien sabe. Qué bien huele lo que a ciertas narices mal huele.
Es otra utopía, una de tantas. Pero no me digan que no sería una redonda, histórica, la manifestación de las manifestaciones, la madre de todas las manifestaciones a compás de cencerros. Es utopía porque la gente de lo rural, y mucha más en la gente del toreo, no creen en los sueños. No creen en la fuerza del mensaje de mostrarse todos juntos. Tanto dados al sueño, el toreo, a veces, podría hacer realidad un sueño de todos.
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