Diario del Estado de Alarma (Día 54): ‘El toreo. Esa cultura de extranjeros’

Análisis de la situación nacional y de la Tauromaquia




El hombre barbado, Ministro de Cultura, ha respondido con honores a la coz que en su día le dio en plena boca el actor Echanove. Ahí tienen aprobado un plan de ayudas, de las cuales, el cine se lleva la palma. Saco dos conclusiones. Una, que no somos Cultura. No entramos dentro de esas ayudas, ergo, no pertenecemos al sector cultural oficial. Dos, que sólo pegando una coz en la boca atienden y nosotros, coces, pocas. Hemos ido a un colegio de pago todos. Y lo peor no es que no seamos cultura, lo peor es que no pertenecemos a ninguna parte. Somos extranjeros en nuestro propio país. Estamos ahí, en asfalto. Esa mascarilla que nadie retira para no contaminarse.

Si fuéramos cultura o Cultura, formaríamos parte de los damnificados en el paquete de millones. Si lo fuéramos, la gente de la cultura o Cultura, esos que se dicen aficionados y se les entrevista en los callejones cuando van a los toros por la jeró (¿por qué estos chicos nunca pagan?), serían los primeros en demandar nuestra presencia a su lado. Si lo fuéramos, las gentes de cine, de los libros, de las creatividades, no habrían dudado en pedir que no nos dejaran a la intemperie. Pero no lo hacen ni lo harán. No culpemos siempre al empedrado del Gobierno y al Ministro barbudo.

‘Si fuéramos cultura o Cultura, formaríamos parte de los damnificados en el paquete de millones. Si lo fuéramos, las gentes de cine, de los libros, de las creatividades, no habrían dudado en pedir que no nos dejaran a la intemperie. Pero no lo hacen ni lo harán’

Uno no pertenece a un colectivo porque ese colectivo no quiere. Nos rechazan. A la inversa, nosotros los entrevistamos en los callejones, agradecemos su visita gratis a una plaza, y loamos su a veces no tan increíble talento y arte. No nos quieren, no nos echan en cuenta ni de menos. No desean mancharse del estigma del toreo, nosotros, la caverna fascisoide y maltratadora de animales. Nosotros, ese lumpen al que no hay que arrimarse y al que hay que aplicar la vacuna de la prohibición.

Es curioso, pero es en tiempos de desgracia y de extremos de drama donde se ven las partes nobles de las gentes. No hay nobleza en las gentes de la cultura oficial. Claro que hoy no están en sus filas nadie del talento de los grandes: desde Goya hasta Picasso. Esos grandes, en su día, mecían con arte la misma cuna que la nuestra. Por eso creo que echarle la culpa al barbudo y al Gobierno es tan inútil como estéril. Es el mundo de la Cultura el que nos rechaza, el que no se contamina del taurinismo no sea que alguien de la tribu se escandalice por las malas compañías.

No culpemos a nadie, en definitiva. Porque quizá nosotros mismos, alejados de todo lo real, incapaces del talento o de la coz, del argumento o de la ira, incapaces en definitiva de insertarnos en el mundo real, nos hemos auto expulsado. No he visto un gesto, palabra, detalle de ira, de coz, por parte de un solo torero de arriba, de los que harían pupa. Tampoco les veo en el teatro, en el cine, en las salas de exposiciones, paseando un libro. Recuerdo una anécdota de hace ya tiempo en Mont de Marsan. No recuerdo el hotel, pero era por la mañana, antes de la corrida.

‘Somos esos del toreo. Contaminantes. No sienten sentimiento alguno, ni siquiera la piedad, por nuestra condición de extranjeros en país propio. Y lo peor es que no hallamos techo en lugar, tribu o techo alguno. Somos nosotros solos’

Joselito tenía en la mesa del desayuno un libro. Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar. Le dije: ‘no es de fácil lectura’. A los pocos minutos, en la mesa de al lado, unos franceses estaban comentando con elogios el suceso. Una figura del toreo al lado de un gran libro. Al día siguiente hubo al menos dos columnas que se centraban en este suceso. Dos columnas de las secciones de Cultura. En lo taurino, creo recordar que Joselito no tuvo suerte, más o menos. Pero había triunfado.

No es que no seamos cultura oficial sólo porque el barbudo o el hombre de larga coleta nos odien o nos dejen de odiar. No sólo es eso. Es también que somos extranjeros dentro de nuestro propio país. Extramuros de la cultura oficial. Como ahora se dice, no existe empatía con ellos. Al rebufo de su propio “arte”, a las gentes de la cultura ya no les importa ni Lorca ni García Márquez, cuyo interior creativo estaba inundado de Tauromaquia. No les importa nada que no sean ellos mismos. Somos esos del toreo. Contaminantes. No sienten sentimiento alguno, ni siquiera la piedad, por nuestra condición de extranjeros en país propio. Y lo peor es que no hallamos techo en lugar, tribu o techo alguno. Somos nosotros solos.

Pues seamos nosotros, aunque seamos solos. Y ser solos y ser nosotros nos da derecho a dar una coz de vez en cuando. Como escribió Roberto Bolaño: ‘hay tiempos para recitar poesía y tiempos para boxear’. Y los tiempos no están para recitar versos al barbudo. Ahora que se confunde educación con cobardía y viceversa, es hora del boxeo.

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