Diario del Estado de Alarma (Día 51): ‘Para las madres de los toreros’

Análisis de la situación nacional y de la Tauromaquia.

Cómo ha de ser una madre para que sea una madre. Oficialmente madre. ¿Ha de ir a las manifestaciones feministas? ¿Ha de tener sólo cierta edad sin triaje posible? ¿Ha de ser sólo madre, pero no abuela, porque entonces deja de serlo? ¿Ha de ser de un pueblo y sin apenas estudios o de una ciudad y horario de despacho? Respondo que una madre es la mano que mece la cuna de todo lo que rige el mundo después de ser madre. Hijos e hijas de una madre cualquiera son el mundo que se traslada. Y, para responder desde nuestro mundo, la madre de un torero es el toreo que se traslada de hijo en hijo. Es el silencio del dolor. El sacrificio de una vida que no es la suya. La madre de un torero es la madre oficial de todas las madres del mundo.

‘Debería el cielo dejar que sólo hubiera lugar a la pena en la madre de un torero, porque éstas tienen dentro un lugar insospechadamente grande para el sufrimiento’

El toreo tuvo siempre una presencia en ausencia. La madre, que nunca se ve, pero siempre está. Me imagino por dentro a tantas. A la de Gallito, a la de Manolete, a la de Fandiño, Víctor Barrio. Por dentro deben de ser algo así como la dignidad de una obra de luto de Lorca o Shakespeare. Carmen, madre de los cinco toreros Bienvenida, hijos todos. Carmen del toreo. Nunca una Carmen de España o viuda de España, sino siempre España en una Carmen y viudas del toreo. Hay una especie de luto a cuentagotas, tarde tras tarde a las cinco en punto de cada luto posible. Qué madres las madres del toreo.

Debería el cielo no permitir a madres parir hijos para la guerra ni para el hambre. Debería dejar que sólo hubiera lugar a la pena en la madre de un torero, porque éstas tienen dentro un lugar insospechadamente grande para el sufrimiento. Es la voluntad del hijo torero la voluntad más respetada por una madre. Respeto a una libertad de elección, respeto a una llamada de no se sabe qué viento y respeto al sacrificio. Una madre no nace para esperar una llamada de teléfono, no nace para esperar la noticia en la camilla de una casa, quizá pasando el tiempo sin poder matarlo. No nace para ello, pero viven con ello con una lealtad sublime.

Nunca le he preguntado a un amigo torero por su madre. Los padres a veces andan a tiro de piedra, se les ve, están. Ellas no. Nunca le he preguntado a Padilla, que tanto nos ayuda en estos días, por el vivir a sobresaltos, a golpes de herida, de su madre. Si las madres hablaran el mundo se sonrojaría. Durante nueve meses somos esos parásitos en su vientre, comiendo de sus huesos y de sus palabras.

‘Existen madres que añaden a su duermevela, ese otro sentimiento de rechazo epidérmico hacia el insulto a su hijo. Asesinos, les llaman’

Un artículo no es homenaje a una madre. Sólo es un tímido recuerdo de que existen. Creo que ellas no quieren exponerse mucho. Prefieren un anonimato honesto. Andan las madres de los toreros como pisando huevos, como de puntillas, para no molestar, para no estar, para hacerse invisibles no sea que alteren el ritmo, el talento, el valor de un hijo. Sólo pretendo decir que existen.  Existen madres que añaden a su duermevela, ese otro sentimiento de rechazo epidérmico hacia el insulto a su hijo. Asesinos, les llaman.

Debe de ser la peor condena en vida esperar la llamada que dé paz a la espera de una corrida, vivir a la espera de una noticia de vida, y al mismo tiempo, lidiar con el subtítulo que han puesto a cada torero esta sociedad tan llena de sucios. Nunca pensé que llegaría a ver el lado tan siniestro, bárbaro, cruel, inhumano, monstruoso de una sociedad que deja que gente insulte a un muerto. Que se desee la muerte a un muerto, con vítores a su muerte, es la cima inalcanzable de lo inhumano.

Hay un estoicismo arraigado, leal, honesto, grande. Y lo tienen en posesión silenciosa las madres de los toreros, que son las primeras madres entre las primeras. Feliz día todas.