Diario del Estado de Alarma (Día 49): ‘El Día del Trabajo o carta a Pablo Iglesias’
Análisis de la situación nacional y de la Tauromaquia
Señor Iglesias:
Celebra hoy el trabajador de cualquier parte el Día Internacional del Trabajo, término éste último que es esa cosa que a veces, como ahora y en el futuro próximo, escasea. No soy quien para entrar en cuestiones de sociología política ni de economía del trabajo, pero si soy alguien cuya experiencia (no he hecho otra cosa que trabajar toda mi vida) en la cosa de trabajo es superior a la suya. Mano a mano, mi currículo le pega un repaso al suyo. Esta expresión, un repaso, es sacada de una actividad, el toreo, a la que usted le tiene gatos. Posiblemente porque desconoce adrede que este mi mundo es tierra de sudor, de sufrimiento, de trabajo, de esfuerzo. Y de persecución. El toreo, no se escandalice, celebra hoy el día de trabajo. Trabajar viene por la “t” en el diccionario.
A sabiendas que desconoce el toreo por no querer conocerlo, le cuento un cuento para cuando pueda contárselo a sus hijos. Érase una vez un hombre tieso no, más allá. Metido dentro de las lindes del hambre. Nació en Palma del Río, provincia de Córdoba, un mes y poco antes del inicio de la Guerra Civil. Esa que terminó hace tanto y usted se empeña en que no termine. Es curioso cómo quienes la vivieron perdonaron y olvidaron son generosidad para que generaciones como la suya, que ni la vivieron ni olieron sus olores de tragedia, miseria y falta de libertad, se alimenten de sus ecos. Ya, ve, señor Iglesias. Hay formas de ganarse la vida y formas de que la vida no te gane.
Érase una vez un hombre tieso no, más allá. Metido dentro de las lindes del hambre. Nació en Palma del Río, provincia de Córdoba, un mes y poco antes del inicio de la Guerra Civil. Esa que terminó hace tanto y usted se empeña en que no termine.
La primera le corresponde: se gana la vida usted en una guerra que no le conviene que termine. La segunda, ganarse la viuda, se la ganó el sujeto de este cuento, que se llama Manuel Benítez, y le conocen en el mundo entero como El Cordobés. Nació cuando no hay que nacer nunca, a la vera de una guerra. Usted, sin embargo, nació cuando hay que nacer, en un estado de bienestar. “El Pelos”, que así se le conoce también nació con una fortuna inmensa: sus cueros que los tapaba con una mano delante y otra detrás. Hijo de pobres, hermano de pobres y nieto de mas pobres.
A la que se puso de pie, comenzó a trabajar en eso que no había, que era trabajo. Ni escuela ni pizarra, analfabeto frente a su escolarización y universidad. Robó para comer de noche y de día, como era su obligación, recorrió andamios, lindes de fincas, manzanos y corrales, y un día, el que sea, comiéndose piojos y mocos, se avergonzó de su hambre. Yo le explico, señor Iglesias, le dio vergüenza sentir hambre viendo el hambre de su madre, de su hermana. Y decidió que la vida le daba una posibilidad para matar a ese monstruo que vivía dentro de los cuerpos de su familia, el hambre. La posibilidad era ésta: intentar ser torero para morir o matar. Matar el hambre, señor Iglesias.
Y en esa España donde la libertad era impensable, comer un privilegio, leer y escribir era asunto para la casta de ricos, El Cordobés se buscó la vida entre calabozo y calabozo, paliza va y viene de esa gente que él no odia y usted si, que cosas. Grises y picoletos. Fíjese que hasta llegó a tirarse de espontáneo en Las Ventas, casi le mata un toro y a continuación recibe el premio de un calabozo. Pero, al menos, cenó esa noche. Narro esta anécdota porque usted es un gran espontáneo. Sin toro.
Y en esa España donde la libertad era impensable, comer un privilegio, leer y escribir era asunto para la casta de ricos, El Cordobés se buscó la vida entre calabozo y calabozo, paliza va y viene de esa gente que él no odia y usted si, que cosas.
Ese hombre, que llegó a ser el español más popular internacionalmente, que se lo rifaban presidentes de todos los países, como a usted se lo rifa Maduro y antes Correa, logró matar el hambre. La de los suyos. Generó riqueza a raudales en este país. Hizo ricos a otros, mató el hambre de otros tantos, y tal fue su fama en este érase una vez real, que dos periodistas históricos escribieron su biografía en uno de los libros más traducidos y más vendidos de la historia: “O llevarás luto por mi”, de Lapierre y Collins. Por cierto que, con los derechos de autor de ese libro, se ha alimentado a miles de niños de Calcuta, Suramérica, Bengala y África. Y, por si no lo sabe, el libro fue censurado por el Gobierno de Franco.
Es decir, que desde un érase una vez de un español tieso, analfabeto, destinado a la miseria de las moscas y el hurto de caminos, se generó una riqueza incomparable, una felicidad incomparable. Érase un hombre de una generación de hombres y mujeres que llevaron a España a un lugar para que usted pudiera ir a la universidad. Hasta usted sabe sin querer saberlo, quien era El Cordobés. Y el toreo rebosa de historias como ésta. Generar. Hacer. Producir. Matar el hambre. Mírese al espejo y diga que no es un cuento para contárselo a sus hijos. Pero advirtiéndoles que no es cuento. Es verdad. Verdad de España y del toreo. Un espeto y colorín colorado.
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