Diario del Estado de Alarma (Día 56): ‘Jóse’

Análisis de la situación nacional y de la Tauromaquia



Hay una felicidad no controlada dentro de un estado de alarma, que me alarma. No sé muy bien cómo puede hacer collera este estado con tanta movilidad sin libertad. Una especie de suma de peras y manzanas extraña. Es la nueva normalidad, la de estar en alarma pero con las calles llenas y aún monitorizados. Esto no se lo comenté nunca José. Bueno, a Jóse, con acento en la o. Nunca quiso que le llamaran Pepe. Durante estos días, uno tras otro, me lo encontraba por las mañanas y a la anochecida. El otro día no estaba. Al día siguiente, en el sitio donde él estaba, había un joven con una máscara. ¿Dónde está Jóse?. Ha muerto.

Era andaluz de Sevilla, portero de la finca de Altamirano 37, en Madrid, lugar donde se sitúa un espacio humilde, sede de mundotoro. Los porteros de este barrio tienen aún la solera de los porteros de Madrid de toda la vida. El añadía lo andaluz, como hablando para dentro pero para afuera a la vez. Seco como un quijote, arrugado de cara, con los ojos metidos en dos cuevas, la sonrisa de trilero, fumador de tabaco de liar, mente sencilla y práctica, aficionado a los documentales de Youtube porque eran gratis y además, se aprende mucho.

Se sabía de memoria cada adoquín y los de enfrente de la finca los tenía limpios como patenas. Fregona y agua y jabón. Se caga en los muertos de las palomas, que son ya mayoría en la calle. No vea como dejan el zuelo, con la mierda que cagan. ¿Y que no haya alguien que haga?

Era un español que no hacía ruido. Solitario. Tenía una perra pequeña que sacaba de paseo. Nunca sacaba a otros perros que no fuera el suyo, al que se traía en brazos cuando se le fatigaba. Yo no paseo perros de nadie, eso pa otros. Se sabía de memoria cada adoquín y los de enfrente de la finca los tenía limpios como patenas. Fregona y agua y jabón. Se caga en los muertos de las palomas, que son ya mayoría en la calle. No vea como dejan el zuelo, con la mierda que cagan. ¿Y que no haya alguien que haga?

Medio aficionado a los toros porque, excepto a su perro, al tabaco de liar y a los documentales de Youtube, no le conocimos otra afición. Bueno, una buena. Un día le ofrecí una botella de vino, regular tirando a buena, y me contó con todo lujo de detalles cómo se la había bebío. Despasito y en partes, dámdole mucha tregua, sabe, como estoy solo pa bebé, azin ha de sé. De toreros conocía a alguno. A veces los confundía, pero, sobre todo, hablaba de rejones. Le encantaban los caballos. Un día le regalé un cinturón artesano traído de México y me dio las gracias mil veces. La hebilla era de esas que tiene un cinturón charro. En vez de sujetarle el pantalón, el pantalón era el que sujetaba al cinturón.

En esas conversaciones, uno baja a su nivel. Era fácil y hasta gustaba bajar. Conversaciones breves porque no era muy parlanchín. Manejaba los tres tercios de forma noble: sujeto, verbo, predicado. Un gran literato, por tanto. Y con la filosofía del pueblo y del campo. Un día le dije que por qué no llevaba al perro a la peluquería que hay unos números más arriba. Me miró como mira un cuervo una patata frita que se ha caído de la mesa de un aperitivo. Y le jodían las animalistas. Y le jodía ver a esos paseantes de perros.

A uno especialmente, lleno de tatuajes, que llevaba media docena. Ahí va, con un manojo chuchos, unos grandes, otros chicos, pero como puede ser eso, hombre, por Dio, ca uno de su padre y de su mare, como un manojo mulas las criaturas que van. Jóse. Te decía buenas tardes en murmullo si estaba a la suyo, viendo en su portátil viejo un documental. Ahí podía estallar la bomba más grande. Ni caso. Yo, ya sabes, en fin, a lo mio, Cal-lo. Y cumplidor. La escalera como los chorros del oro.

Jóse es el muerto de una España que se muere. Y a mi me jode que se muera esta gente. Jóse es parte del paisaje, pieza en el ecosistema de las relaciones humanas. Con ese aire de quijote menguado se fue sin poder decirle adiós.

Jóse. Emigrado del sur. Sin familia conocida aunque hablaba de una hermana a veces, que ni frío ni calor. Como ya sabía sus querencias, pocas y repetidas, le mentaba siempre a las palomas. Desde el primer día del estado de alarma se habían adueñado de la calle. Una calle sucia, son coches tristes aparcados y llenos de polvo y mierda. Quien me iba a desí esto, Cal-lo. Y entonces te decía lo que le había dicho la radio, el Ca-lo Herrera ese. Jóse. Ni Pepe, ni José. Se ha muerto. Así, de la noche a la mañana se lo llevaron en una ambulancia y, me dicen, salió ya para un féretro de entierro sin nadie. Los porteros de la zona están de luto.

Jóse es España. Si. Puede que alguien me diga que es una España rancia, arrugada, simple. Yo les digo que es una España que tolera, que trabaja, que cumple, que es sensata, que no hace tribu, que se gana el pan con el sudor de su frente. Una España que no rechaza, que admite a su aire, con sus guasas por lo bajini, pero que no prohíbe, que admite. Jóse es el muerto de una España que se muere. Y a mi me jode que se muera esta gente. Jóse es parte del paisaje, pieza en el ecosistema de las relaciones humanas. Con ese aire de quijote menguado se fue sin poder decirle adiós. No creo que nadie de su familia o amigos lean esto. Pero era nuestro Jóse. Con Dios, amigo.

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