Diario del Estado de Alarma (Día 63): ‘Razones para la unidad del cine, teatro, toros…‘
Análisis de la situación nacional y de la Tauromaquia
Afectados por los mismos problemas, unidos por los mismos intereses. Todos los sectores del ocio/cultura tienen un porvenir muy oscuro. Las gentes de los conciertos, los toros, el deporte de masas, también los cines, teatros, y… los toros. Toda la gente de la cultura, espacios de exposiciones incluidas, la presentación en público de un libro, tienen un futuro oscuro sin que se haya inventado un recambio para sus métodos. No hay recambio para el contacto, para el contexto de gentes juntas delante de su ídolo, un actor, una actriz, un cantante, un torero. ¿Y si todos se dan la mano?
La cultura, durante esta peste y en los próximos años, va a estar en manos de aquello que se pueda ofrecer para ser consumido en un domicilio. Un terminal en una habitación, en la otra. Una casi por cada individuo. Amazon, Netflix, HBO… lideran la oferta y el negocio con un incremento de facturación del doscientos por ciento. Son cifras de las propias empresas. La facturación de Netflix, que dobló suscriptores en el primer trimestre del año (las cifras siguientes serán aun mayores) alcanzando los 183 millones de clientes, una facturación de 5.800 millones y un beneficio neto de 709 millones, en la moneda dólar.
La cultura, durante esta peste y en los próximos años, va a estar en manos de aquello que se pueda ofrecer para ser consumido en un domicilio.
Mientras el toreo sobrevivía con la precariedad con la que un lobo come en libertad, entre la astucia, el ingenio y el salto de mata, las gentes de la cultura del cine, del teatro, de la música, se organizaban sin ese esquema casi caótico de maquis. De una forma u otra, pensaban que el Estado iba a responder con su conciencia de cultura. Se equivocan y ahora más. Ni todo el oro que pueda ofrecer el Estado podrá impedir que el presente y futuro de su actividad les condene a una lenta desaparición o, al menos, a una agónica supervivencia.
La nueva normalidad se va a tragar a la cultura. Cine y teatro, libros y música, van camino de pertenecer a un nuevo dueño global de una nueva industria imparable en crecimiento. Las plataformas tipo Netflix tiene una capacidad de producción, emisión y captación de clientes que lo controlará todo. Algunos directores, actores, cantantes, podrán ser “empleados” de Netflix, de Amazon o de HBO, pero sólo algunos y en las condiciones de todo tipo que ordene el patrón.
Fin a la libertad de creación, a la cultura propia pensada y creada para una identidad propia. La cultura dejará de serlo para ser un contenido dirigido absolutamente a una industria y en el idioma inglés con subtítulos en castellano. Desde el punto de vista de la libertad de empresa y oferta, nada tengo contra plataforma alguna. Pero si la estructura económica de un país prescinde de su cultura propia, de la libertad de creación de su propia cultura y ésta se ciñe exclusivamente a una oferta, en monopolio u oligopolio empresarial, la cultura se muere.
Mientras el toreo sobrevivía con la precariedad con la que un lobo come en libertad, entre la astucia, el ingenio y el salto de mata, las gentes de la cultura del cine, del teatro, de la música, se organizaban sin ese esquema casi caótico de maquis.
Se muere de muerte covid o como quieran llamarlo. No sólo el toreo. Se muere el cine, el teatro, las letras, el libro de papel en las manos. No estaría de más que las gentes que lideran estos espacios creativos culturales retomaran lo que fueron un día: compañeros del mismo viaje. Clientes de las mismas fondas, pensiones, hoteles. Culos de los mismos asientos de los mismos tranvías. Los mismos trashumantes, los mismos nómadas.
No existe en el negocio que avanza a lomos de la tecnología de lo virtual, una estrategia que vaya ayudar a la creación particular, al cine en la pantalla y sala de butacas, al teatro encima de las tablas de un escenario, al cantante en su escenario, ni al torero en su ruedo y anfiteatro. La tecnología avanza a velocidades superiores a la de la luz, facilitando un consumo global desde casa. Caen en picado dos rituales. El de la obra expuesta al público en un vis a vis y el ritual del espectador transitando con otros hacia el espacio, cine, teatro, plaza de toros, lugar de escenificación de ese acto cultural.
No habrá ayuda dineraria desde el Estado, capaz de sostener la cultura de creatividad, la cultura de identidad, la cultura propia y en libertad de creación máxima. Si antes de la peste películas del calado y la talla de “Roma”, se vieron antes y más en Netflix que una gran pantalla, ahora el mando lo tienen, aún más, esas plataformas cuyo criterio único de rentabilidad de negocio será superior al criterio de identidad cultural. Más que nunca, ahora, las gentes del cine, del teatro, de la canción, de los toros, han de pensar juntos porque hay nubes que les barruntan una feroz tormenta.
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