Diario del Estado de Alarma (Día 53): ‘La rebelión de los abrazos’

Análisis de la situación nacional y de la Tauromaquia



Me pregunto cuántos abrazos nos han robado desde el primer día. Los que no se han dado. Los que los guardan para cuando puedan darse. Nosotros somos gente de abrazo. Somos cultura de contacto, de roce, de barra de bar, de sobremesa, de ‘holas’ estrechos y ‘adioses’ más estrechos. Somos las salidas en hombros del tumulto sin rienda, los machos arrancados, el vestío hecho jirones en medio del instante de gloria. Somos el cuerpo llevado a puñados a la enfermería, el torniquete a mano abierta de arena, el abrazo de la alternativa, la mano en la herida recién abierta. De todo lo que nos han quitado, que nos devuelvan los abrazos.

Mirando el vídeo de Espartaco, recordé su última salida en hombros de Sevilla, y, del tirón, las anteriores. Ese paso de Semana Santa de caos ordenado hecho jirones. Tiene un hijo en edad de merecer. De merecer el toreo y, creo, a veces lo mece en el campo. Yo tengo una hija y un hijo en edad de merecer. Abrazos de su gente. La barra del Bar de La Habana, el mejor café del mundo, sobre todo el de los sábados, a puerta cerrada y temprano y con un cigarrillo clandestino eran abrazos. Paseo por la calle y pienso si esta forma de vivir el abrazo, el roce, el compartir con los dedos, se ha terminado.

‘No creo estar loco si digo que algo hicimos mal para que la solución sea no abrazarse. Le hemos dado un empujón solvente al abrazo virtual. Que, como se sabe, es el sexo sin orgasmo, el toreo sin toro’

Entre un emoticono y el abrazo hay un abismo. Un abrazo bien dado, de amigo, de padre, de amante, allí en una esquina del encuentro cualquiera, uno de reencuentro en Olivenza, en cada ciudad allí donde llegábamos, feriantes todos, sabía a pan recién hecho. Es lo más parecido a la lectura: las dos cosas permiten abrir un mundo oculto pero tan a mano de los brazos y de los ojos. Con ambos se siente. Si se sentirá, que el toreo es puro tacto, toque suave, toque firme, yemas de los dedos. Tocar. Somos la cultura de rozarnos. Nada hay si no es en el contacto.

Una cama vacía es el lugar más triste de la vida, decía Gabo. Yo creo que es una cama con una sola persona de forma insistente, es la tristeza. Y un mundo, unas calles, un toreo, un jaleo, un runrún, sin abrazos, es el paradigma del fracaso. No creo estar loco si digo que algo hicimos mal para que la solución sea no abrazarse. Y tampoco estoy loco si digo que las generaciones de los hijos a los que esta peste les robó la magia, les chivateó qué doble fondo tiene la chistera del mago para sacar la paloma, corren el riesgo de vivir ya para siempre en el paraíso apócrifo del emoticono. Le hemos dado un empujón solvente al abrazo virtual. Que, como se sabe, es el sexo sin orgasmo, el toreo sin toro.

‘Tenemos la obligación, la meta, el fin, de regresar y rescatar los abrazos. Nuestra meta no es una nueva normalidad, sino declarar la guerra a esta nueva anormalidad’

Me puedo poner cursi, pero no me disculpo. Un recién nacido que aún no sabe abrir las manos, aferra el dedo de su padre o de su madre, y es entonces cuando los conquista para siempre. De ese momento nacerá el instinto humano, español, de gentes del toro, de abrazarnos. No hay almohadas suficientes a las que abrazar cuando los abrazos son la solución a una peste, a una culpa.

Salgo a la calle obligado, a hacer compañía. Porque me produce una sensación extraña, de mundo ilógico, de mundo fracasado, de mundo antesala de infierno, de mundo máscara, mundo mascarilla, mundo de miradas extrañas, mundo de embozados, mundo de enguantados, mundo de distancias, mundo por horas, por edades. O me lo devuelven o el mundo no es mundo no es ná de ná.

Tenemos la obligación, la meta, el fin, de regresar y rescatar los abrazos. Nuestra meta no es una nueva normalidad, sino declarar la guerra a esta nueva anormalidad. No traguemos con el neo lenguaje. Que no nos metan en la manga. Un óle no es un olé. Que no. Un óle es al lado de otro, rozado con otro, transpirado con otro, a compás de otros muchos. No nos conformemos sin un mundo sin óles. La rebelión de los abrazos está a punto de comenzar.

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