Diario del Estado de Alarma (Día 44): ‘La mafia llamando a la policía’

Análisis de la situación nacional y de la Tauromaquia



El toreo es la única trampa de este siglo que no deja de ser verdad. Consiste en una magia que deforma la realidad en interés de mi sensibilidad. Y, al mismo tiempo, truco que expulsa a cualquier engaño. La trampa del toreo no roba. Si acaso roba la vida o sangre. Siendo engaño muleta y capote, el engaño no engaña. Sólo muestra verdad en unos tiempos en los que todos denuncian las ‘fake’. Pero quienes las señalan, las hacen; quienes las vigilan, las provocan. Tiempos de verdad o mentira, de test sobre verdadero o falso. Horribles tiempos entonces sin claroscuros, pues en la vida nada es tajante. Sólo creo en el engaño del toreo.

¿Quién sale invicto y creciente en esta peste? La tecnología y su negocio por confinamiento. ¿Quién sale perdedor? La verdad. Denuncia el Gobierno que hay bulos y fakes. Resultando que nuestro presidente tiene un 43% de seguidores falsos o ‘bots’ en su cuenta de Twitter. Y, según la prensa, también los tienen desde el inicio de la peste, otros líderes políticos, partidos y hasta instituciones. Esta denuncia sobre lo falso sería lícita siempre y cuando el que denuncia no hiciera trampa. Pero aquí parece que nos hacen trampas hasta mis queridos picoletos. Qué tiempos. La mafia llamando a la policía y viceversa.

‘El toreo es el único que nos muestra el camino de la verdad a través de un ‘engaño‘. (…) Y no condescendemos con la trampa, sino que sabemos que, incluso usándola, se puede morir’

MI esquema mental, basado en la relación aceptada libremente con la trampa del toreo, es algo parecido a una declaración de amor, que, como se sabe, es la única declaración donde el defecto de otro es virtud. Y se basa en una aceptación absoluta de mi sensibilidad. Cada cual la suya. Porque este tinglado del toreo es el único que nos muestra el camino de la verdad a través de un ‘engaño‘. El aficionado percibe, desde la argumentación de su sensibilidad, quien usa el engaño para engañar.  Por tanto, no se nos engaña. No hay trampa en el truco. Y no condescendemos con la trampa, sino que sabemos que, incluso usándola, se puede morir.

Este mundo de la peste es un mundo donde quien denuncia trampa, es también el trilero, un tahúr sin tapete. Y, como las tecnologías jamás apreciarán la sutilidad de la vida, de los sentimientos, de las emociones, es una trampa destinada de enfrentar una idea contra otra, una verdad única contra otra única verdad. Yo contra ti. Nosotros contra ellos. Trinchera contra trinchera. Por eso no les creo. No hay matices sobre una u otra lágrima, sobre una u otra sonrisa. Y eso me resulta impensable. Quien afirma poseer la verdad, miente.

Nos lo ponen demasiado claro: es esto o es lo otro. Y, como el toreo me ha demostrado que la vida, el sentir, el amar, el vivir, tienen sus matices y estaciones, como el toreo tiene sus tormentas, sus primaveras y sus veranos incluso en una misma tarde, no me los creo. La vida tajante no existe, es mentira. Trampa. Si es esto o lo otro, si es lo mío frente a lo del otro en un maniqueísmo de las dos Españas, afirmo que en los dos lados de la trinchera, hay trampa.

Yo admito haber caído en la trampa del toreo. Creo desde los huesos en la trampa de un lance de Paula, porque sé que el truco es magia, y la magia alimenta mi condición de ser humano. Nada como el toreo para animar a las preguntas, agitar el corazón y huir de la verdad impuesta. Un natural de Aguado no deforma la realidad en detrimento de la verdad. Es verdad hecha con un engaño. Aviva un sentimiento y éstos provocan siempre una duda liberadora. ¿Sucedió? ¿Lo ví?  ¿Fue cierto? ¿Se detuvo aquello?

‘Un natural de Aguado no deforma la realidad en detrimento de la verdad. Es verdad hecha con un engaño. Aviva un sentimiento y éstos provocan siempre una duda liberadora’

Todo lo que es el toreo no cabe en cuenta de red social alguna. Éstas están, cada vez más, diseñadas a medida de la mentira. Un traje a medida. Con el agravante de que toda cuenta, aparato, terminal, están siendo monitorizados aprovechando la necesidad, ¿verdad o mentira? de la peste. Pensemos que es posible que la peste no sea argumento, sino excusa. Pensemos que nunca como ahora el poder puede controlar cada paso que demos de forma virtual en una red social o en nuestro teléfono. Pensemos que en la calle, en el bis a bis, el control es menor. Pensemos que fuimos un país, que, al segundo vino de un Dos de Mayo, nuestros anteriores sacaron la navaja contra el mayor ejército del mundo porque se llevaban al símbolo de su dignidad. Pensemos porqué estamos confinados y de que manera nos desconfinaremos.

Hay que preguntarse. El toreo, cualquier obra, un poema, una novela, abre la necesidad de preguntar. En estos tiempos, creo que no exagero, nada sabe nada de nadie menos quienes lo saben todo de nosotros. Escuchando a quienes hablan, la palabra en sí, es una trampa que disfraza, encubre, y pone una piedra de tumba en nuestros sueños, sentimientos y verdades a miles. Yo me lo pregunto desde el refugio moral que es el toreo. Trampa fabricada para la verdad.

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