Diario del Estado de Alarma (Día 33): ‘Carta verde’
Análisis de la situación nacional y de la Tauromaquia
Quién se cree los números, las estadísticas, la curva de las curvas. No se lo creen ni quienes los suman y restan ni quienes los ponen en titulares en le tele para luego pasar al particular diario de telepredicadores que basan sus palabras en esos números en los que no creen. Una espiral de estupidez inmemorial. Pero así ha de ser. Lo que no dicen es que vamos a querer, ya mismo, ser el toro con carta verde. Sí. Ese toro sano con sus papeles de toro para ir allá y acá, de plaza en plaza. La carta verde de la libertad. Al tiempo.
Lo que son las cosas. Ese campo angustiado siempre por si le entraba en un cerrado el jabalí o si la res de caza mayor abrevaba en la charca de arriba, o por si la caza del otro coto pasaba por tal lugar e infectaba a una vaca o un toro de lo que fuera. Que si las vacas locas, que si la lengua azul. Tiempos en los que el toro bravo necesitaba más papeles que un notario y más cartas que un buzón de correos de los de antes.
Los ganaderos han tenido que sufrir una serie de adecuaciones a la “normativa europea de sanidad” increíbles. Más que un humano. Ahora la peste baja a las cabras del monte a la ciudad, el lobo busca gominolas en un cubo de basura y el jabalí restos de las palomitas que han quedado en el cubo de la basura después de que la familia viera, encimados y en pijama o chándal, una serie de Neflix o el Sálvame de Luxe.
Nunca como ahora los números son una irrealidad interesada para un discurso interesado. Para un plan interesado, con la circunstancia de que, no importa que no sean ciertos. Es más, no sólo no importa que no lo sean, sino que no importa que se sepa que no son ciertos. Que se sabe. Hemos llegado a ser el guión perfecto de una estupidez. Cómo informar diariamente a partir de unos números que no son ciertos y que no se cree ni quien los suma.
Lo que no dicen los números son las intenciones. Los números falsos, el evangelio falso de los discursos falsos, impiden ir hacia la pomada. La carta verde. Cuando comience la “apertura desescalada” hacia la libertad de movimientos, los españoles seamos como toros bravos de tres clases. Unos, los que ya están en el matadero o están contaminados y por tanto, enfermos o sin síntomas. Dos, los contaminados que no lo saben o los que vamos a ser contaminados.
Y, tres, la clase primera de españoles, el toro con carta verde. El que ya tuvo el bicho, pero, además, tuvo la suerte de que ha sido testado y por tanto, se sabe que creó anticuerpos. A ese, la libertad. A ese, el primero en ser contratado. Ese, el primero de vacaciones. Ese no será despedido. Un ciudadano de primera categoría, limpio como la patena.
Triaje nuevo pues. O como se diga. No se trata de una discriminación por razón de sexo, raza, ideología, toros sí o toros no. O tiene usted la carta verde o no la tiene. Si la tiene, será la envidia del resto. Me pregunto. Quién va a contratar a un español sin carta verde no sea que luego enferme y esté de baja. La carta verde como la de los animales. De eso se trataba al final con el animal humano. Joder, qué progreso más espectacular.
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