Diario del Estado de Alarma (Día 21): ‘El traje de luces de un niño‘
Análisis de la situación nacional y de la Tauromaquia.
Los niños también. Bueno. Guste o no guste este mundo hemos hecho para ellos y espero que no por ellos. Sin hacer ley alguna, ni ser votada ni refrendada, en un estado de alarma un niño es confinado y una mascota no. Podréis argumentar lo que sea desde el punto de vista más racional posible, pero ningún argumento podrá revertir esta realidad: un perro tiene derecho a retozar y a cagar fuera de casa. Un niño no. Y sin embargo es esta generación la que en sus mentes nuevas llevarán para siempre al abuelo que desapareció, al padre temeroso de su trabajo, al patio de colegio que no está, los días que no ensució el mandil y los parques que miran desde la ventana de su casa con ojos de juguete roto. Un perro no.
Esa es la generación que deberá sacar al país adelante cuando pase la peste, en un mundo que estamos fabricando desde hace años para ellos. Un mundo, con datos objetivos, que se desvió tanto de ellos hasta hacer un índice de natalidad negativo. Los perros han de salir a la calles porque hay mas perros en las casas que niños de cero a quince años. Guste o no, se me critique más cada vez, o se me mande a las hogueras, esta es una realidad. No una opinión. Y sin embargo, hay un silencio atroz. Silencio de ellos en los parques. Silencio en la sociedad. Silencio de los niños y para los niños. Cabrón país.
‘Los perros han de salir a la calles porque hay mas perros en las casas que niños de cero a quince años’
Ahora si, opino. Ellos son los que sufren los divorcios, preñan la retina de sus mentes de los maltratos entre adultos, sienten envidia del perro, son sustituidos en número por mascotas, no deciden quien los educa, son permeables a la propaganda y a la doctrina. No hacen huelga, no se manifiestan, no crean conflictos sociales, no paran una calle, una ciudad, no queman contenedores. No votan. Ergo los niños, pues que más dan. En el toreo los niños ni uno. Prohibido que vean una corrida.
Hay que protegerlos y por eso mejor que vean Sálvame o similar o uno de esos programas rescatados cuya edificación social es absolutamente imprescindible. Hay que protegerlos de las corridas no sea que vayan a maltratar su mente tierna. Tan hipócrita como estructurada estrategia: sin niños viendo el toreo, el toreo no puede tener vida. La gran razón para que no la puedan ver. Protejamos la infancia. Manda güevos.
‘Esta sociedad de bienestar es una histeria de medias verdades al alcance de toda incultura. Un adulto regresará siempre a ser un niño o nunca será adulto’
Esta sociedad de bienestar es una histeria de medias verdades al alcance de toda incultura. Un adulto regresará siempre a ser un niño o nunca será adulto. Un abuelo es un ser humano que logró el objetivo de regresar a ser niño. Y sin embargo, éste no es un país para niños. No lo es para viejos, claro. Pero los niños son eso que aman los padres, adoran los abuelos y, sin embargo son poco prácticos para la política del poder. Porque no votan. Sencillamente porque no votan. Vota el dueño del perro, que ya están casi en la mitad de los hogares, dato que no reza para los niños. No cabreemos al dueño del perro. No torturemos al perro en una casa que no se hizo para su naturaleza. Si el niño rumia un algo de falla en su mente no tiene incidencia en las urnas. Francamente, me da igual lo que piensen de estas afirmaciones.
Tengo el convencimiento absoluto que el poder político hoy es praxis manejada con lenguaje falsario sobre la idea de bienestar. La praxis de cada cuatro años electorales. Se hace política como diario continuado de propaganda electoral continuada, no se hace país. Ni son ciertas las cifras de muertos que nos dan, ni son ciertas la de los contagios ni son ciertos los silencios sobre los niños en estos días. Y vamos a necesitar a esos niños. Son los que tendrán que pagar las consecuencias de lo que hemos hecho sin que ellos hayan podido decidir nada por ellos mismos. Para ellos no hay otra cosa que el amor que le puedan dar sus padres. Pero el amor, para ellos, es fabricar una colada diaria de ropa manchada por ser niño. Una ropa embarrada, una ropa rozada, entintada, un calzado que pide otra talla, ese el traje de luces de un niño. Con él se enfrenta a la vida en el juego del niño al que todos, si tenemos talento, regresaremos cuando seamos ancianos.
PS.¿Amor, dices? ¿Y quien ama mejor que un niño y un abuelo?
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