Diario del Estado de Alarma (Día 29): ‘Cuando enterrar es esconder’
Análisis de la situación nacional y de la Tauromaquia
Olvidado por su propio entierro, a Manuel lo enterraron después de una muerte a la que no estaba destinado. En la residencia de ancianos se reiteró un ataque de prisas, como si hubiera algo que esconder en vez de alguien a quien enterrar. El ataúd, se precintó raudo, sin familia ni perro que le ladrara. Luego de la miseria de la muerte, no hubo nada más que miseria añadida. Tres familiares embozados y enguantados que se abrazaban a través de la cortina de lágrimas de sus ojos. Un sacerdote con prisas de responso telegráfico, oficiales con pericia en cuerdas, dos cipreses a media asta, un regreso de los vivos caminando con el alma borracha, un pedazo de cielo gris que parpadeaba fina lluvia y un inmenso silencio del tamaño de un mar que avergonzaba al mismo Dios.
Los ecos de los pasos de los tres familiares de Manuel, vagabundos en las calles de una ciudad de cuerpos enterrados y almas vivas que es un cementerio, sufren ya la condena de ser escuchados por muchos años. Me horroriza poder ser enterrado así, sin morir del todo, condenando a los míos a un algo brutal como es tener fe en algo tan inasumible como que el del ataúd soy yo. Se nos exige que tengamos fe en que el muerto certificado en residencia sea Manuel, abuelo de Luis, Ana, Javier, Felipe y padre de José. Cuando murió, hacía un mes que no le veían. En el ataúd debieron meter su cuerpo antes de precintarlo. O tiene fe o el mundo se les abre en canal.
‘La causa de la muerte es invisible, no murió de nada, simplemente murió. Causa de defunción principal: parada cardíaco respiratoria. Causas secundarias: insuficiencia respiratoria, infección aguda respiratoria. En un borde, con letra vergonzosamente tímida, se lee una anotación: caso sospechoso de Covid-19′
Hay expedido un certificado de defunción de administrativa y gélida literatura, un copia y pega de miles de copias y pegas para el Registro Civil. La causa de la muerte es invisible, no murió de nada, simplemente murió. Causa de defunción principal: parada cardíaco respiratoria. Causas secundarias: insuficiencia respiratoria, infección aguda respiratoria. En un borde, con letra vergonzosamente tímida, se lee una anotación: caso sospechoso de Covid-19. Manuel deja una habitación vacía cuyo futuro próximo será un desinfectante.
Deja la duda eterna insalvable incluso por la fe, de que el cuerpo dentro de la madera sea Manuel. Es como si, al final de su vida no se hubiera bien ganado el derecho a la paz futura de los suyos y a seguir vivo en sus recuerdos. Quizá, intuyendo en soledad que nadie le esperaba para su entierro, le costaba irse del todo y peleó contra el bicho con la esperanza de quebrar ese hielo oscuro al que no estaba destinado. Reza en la lápida un Descanse en Paz reiterado, como símbolo de la reiteración de una sociedad fracasada que, sin embargo, tan pagada de si mismo, no reflexiona sobre las razones de su fracaso. Todo se resume a una impredecible peste, a un algo que nadie esperaba como si fuera impredecible e inesperado construir un método humano de adiós decente y libre y honesto con nuestros muertos. Un sociedad progresista es la que ampara, más que nada, la decencia del último aliento.
‘Uno, que no cree mucho en Dios, cree en las personas y detesta de forma abierta y declarada a los políticos, convertidos en personajes zafios. No hay una lágrima sincera, un recuerdo, un gesto humano. Detrás de cada palabra que emplean no hay fe, no hay sentimiento ni pasión, sólo el brillo de un veneno como alimento del poder’
Dudo de la solidaridad futura a no ser que llegue de las manos de la gente. Uno, que no cree mucho en Dios, cree en las personas y detesta de forma abierta y declarada a los políticos, convertidos en personajes zafios. No hay una lágrima sincera, un recuerdo, un gesto humano. Detrás de cada palabra que emplean no hay fe, no hay sentimiento ni pasión, sólo el brillo de un veneno como alimento del poder. Que este país, que este Parlamento, Senado (¿dónde está, para que sirve?) que estas Televisiones, no abunden en la reflexión de qué cosa hemos hecho para que Manuel no tenga el derecho humano a una muerte digna y a un entierro propio de un mundo humano, es la prueba más indigna pero más cierta de que somos eso que el destino no nos obliga a hacer. Y que, sin embargo, al que nos condenamos.
Me pregunto qué les anima a los parlamentarios de este país a ese guerracivilismo en la que, como antaño, no hay cuartel. Esa forma de querer matarse sin matarse emboscados unos contra otros en miradas de odio de privilegiados, a sabiendas que a la de tres, tendrán en sus casas toda la atención sanitaria que demanden, les hace inhumanos. Ni uno da la talla, como renegando del contenido más sencillo de su especie. Ni siquiera hoy son capaces de caminar el camino que más le duele a los españoles, que no es ya la muerte, sino cómo están muriendo y cómo se simula un entierro y cómo se oculta la causa de una muerte. Todo se hace como a escondidas, como tapando una vergüenza que nadie llora en un mínimo sonrojo. Morir lento para ser enterrado a oscuras a la velocidad de la luz.
Comentarios
Publicar un comentario