Diario del Estado de Alarma (Día 20): ‘Trillando en una UCI’

Análisis de la situación nacional y de la Tauromaquia



Quién me iba a decir que iba a odiar la imagen del hombre con el trillo en la era, separando grano de paja. Trillar, de donde sale triaje. Separar grano de paja, que en Sanidad es atender primero al más urgente que al más grave, cuestión lógica y hasta humana. La salud del toreo siempre fue grave y urgente al mismo tiempo, por eso en el triaje del Estado jamás constamos. Buey solo bien se lame y así hicimos. Hablo ahora de la perversión del acto de trillar, el triaje llevado a extremos indecentes que jamás era norma: orden en Cataluña para desechar, de facto, a los mayores de ochenta años. ¿Triaje? mis güevos. Lo llamen de otra forma.

Porque todo aquí, cuando se ensucia, se le llama triaje. Se anuncian medidas para salvar la economía, dicen que la de todos, pero me da la impresión que la de unos más que la de otros. Pero hay triaje. Por ejemplo, a ciertas teles privadas, que suponen menos del 3% de la bolsa del trabajo del Periodismo y que facturan 700 millones anuales, se las ayuda. Una selección que no rima bien a no ser que rime con pagar propaganda. Es, dirán, otro triaje: unos sí, otros luego o nunca. Qué tiene que ver todo esto con el rural arreando despacio a una collera de mulas en una era es algo que sólo el infierno puede responder.

‘En la primera rueda de prensa del Presidente por el Covid-19, hizo referencia a los “mayores”, esos que habían “salvado” a tantos con su pensión en la crisis del 2007. Una vuelta de tortilla a lo que estaba sucediendo y, por tanto, debió decir: que los mayores serían los sacrificados por un triaje sanitario sin precedentes’

Una vez el mundo estaba por descubrir y a cada valle o río o montaña que aparecía por primera vez, se les daba un nombre nuevo. Imagina a quien lo descubría por primera vez. Joder, que río más río. Y buscaba un nombre que rimara con esa visión. Ahora, que el mundo está descubierto, usamos palabras, no para nombrar sino para ocultar lo se descubre. Taparlo. Que no se vea el fracaso, que nadie pregunte por las razones del mismo. La perversión del lenguaje que llega desde el poder y la autoridad es la que más miedo me da. Pues lo usan con palabras que no nombran sino que ocultan para cometer la osadía de poder hablar de lo ocultado de la forma que les convenga.

En la primera rueda de prensa del Presidente por el Covid-19, hizo referencia a los “mayores”, esos que habían “salvado” a tantos con su pensión en la crisis del 2007. Una vuelta de tortilla a lo que estaba sucediendo y, por tanto, debió decir: que los mayores serían los sacrificados por un triaje sanitario sin precedentes. Ya le habían allanado el camino los garantes del fracaso diciendo que este bicho sólo mataba ancianos. Estamos usando la palabra triaje, usando el trillo y las mulas y el trigo para no nombrar nuestro fracaso. Que tenemos que dejar morir en casa a nuestros abuelos porque ya han vivido más y tienen menos fortaleza natural.

No dejo de imaginar la entereza que se ha de tener en estos días cuando, con la inteligencia plena, la razón viva, la sensibilidad y el talento mental en su lugar avanzado, su cuerpo es quien le condena a muerte. Y no lo digo buscando un rédito ideológico, político o similar. Lo digo buscando algo que aún no han expresado autoridad alguna: pedir perdón por el fracaso de una sanidad menor, de pocas camas de UCIS, de pocos médicos. En el ecosistema de una sociedad que ha desviado recursos ingentes a cuestiones como animalismo, cuestiones de género, ayudas a mil ONG’s y demás historias.

‘Eischman, en el Tercer Reich, llamó “solución final” al exterminio de una raza. “Solución final”, compañeros y compañeras. Nada de matar o exterminar. Triaje, hoy, es una barbaridad que define o, al mismo tiempo, oculta un fracaso de un país, de una sociedad y de un mundo entero’

¿Para esto no hay triaje? Somos tan obscenos que no demandamos trillar y priorizar cada euro invertido ahora. Aún levantan el mentón quienes gestionan estos novísimos dineros para cuestiones que no son de vida o muerte de miles de personas, de decenas de miles de personas. Alzan la voz. Italia ya ha comenzado a dejar que los niños puedan pasear mientras nuestro triaje se lo niega y se le concede a los perros. ¿Triaje?, mis güevos.

Todo ‘ismo’ político se anuncia con la perversión del lenguaje. Usar palabras que oculten y escondan a lo que nombran. Eischman, en el Tercer Reich, llamó “solución final” al exterminio de una raza. “Solución final”, compañeros y compañeras. Nada de matar o exterminar. Triaje, hoy, es una barbaridad que define o, al mismo tiempo, oculta un fracaso de un país, de una sociedad y de un mundo entero. Y como no comencemos a pedir perdón por ello, no creo que seamos tan diferentes a nadie.

Insisto en la idea de que el triaje es algo a lo que estamos tan acostumbrados los del toro que sabemos que si llueve, debemos estar en vela con los cubos porque sino nadie nos cederá un vaso de agua. Aún ahora salen las voces de esos que nos declararon la guerra sin que fuéramos enemigos, amenazando para no nos cedan un solo euro en estos días de peste. Pero vamos a salir adelante.

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