Diario del Estado de Alarma (Día 26): ‘Cuando Vicente tiró para Finlandia’
Análisis de la situación nacional y de la Tauromaquia
Resulta ser que a nosotros si nos salen las cuentas. No las del dinero, pero, total, para qué. Hay cuentas que nos salen perfectas. El toreo cuenta, perfectamente, cabalmente, respetuosamente, admirablemente, a sus muertos. Andan mintiendo, ocultando o usando mal la calculadora para los muertos por el bicho. Los curas dicen que son más, las morgues que son más y los Registros que registran, resulta que registran como nunca la causa de muerte que sirve para todas las muertes, paro cardíaco. Cuando esto pase, nadie reclamará en un país que admite todo. Nosotros, señoras y señores, no tenemos ese compás de falsa contaduría. Nosotros contamos a cada uno de nuestros muertos y el penúltimo en fallecer tiene una historia genial.
Vicente de la Calle fue un hombre que se ganó la vida mientras se la buscaba. Castellano por los cuatro costados, es decir, duro para la helada y noble para su gente. Fue todo lo que se puede ser cuando a uno lo echan al monte mano delante y detrás. Menos Rey, fue de todo. Tampoco fue Presidente de Gobierno. Eso jodería su currículum. Le dio al campo, al volante, a verter toreros, a lo de ser secretario, ayudante particular, confidente, animador de almas erradas, apoderado, empresario. Y echó al mundo a un tipo afable y bueno como es su hijo Juan Vicente y a otro que parece un clon suyo: el torero Álvaro.
‘Andan mintiendo, ocultando o usando mal la calculadora para los muertos por el bicho. Los curas dicen que son más, las morgues que son más y los Registros que registran, resulta que registran como nunca la causa de muerte que sirve para todas las muertes: paro cardíaco’
Juanvi ha logrado buscarse la vida para poder asistir al entierro con sus hermanos, en Salamanca. Hoy se entierra sin entierro. Mientras un tipo de trajes caros y palabra veloz como Marlaska pregona que el Gobierno no tiene nada de qué arrepentirse (aconsejo la entrevista para hacer paradigma de la soberbia), en España se entierra a un padre sin honores de padre. Yo no soy el Gobierno y tengo muchos perdones que pedir. Entre otros haber contribuido a hacer una sociedad y un mundo infalible, soberbio y… ¿progresista?, que, sin embargo era sólo humo y palabrería. Pido perdón. Marlaska no tiene nada de qué arrepentirse. El día que contribuimos a hacer esta sociedad que nos llevó a enterrar sin entierro a un padre, no estaba.
Mientras esta sociedad de la que nadie es responsable de esta sanidad en patera de la que nadie es responsable, de esta previsión imprevista de imprevistos de la nadie es responsable, de este déficit de todo del que nadie es responsable no nos desaparezca, nosotros seguiremos contando bien a nuestros muertos. Diría que cada cual cuente los suyos como le venga en gana, pero sería una barbaridad. Al final todos somos de todos. Pero cuando digo que contamos bien, es que, de verdad, los contamos, lo narramos. Porque los sabemos. Sabemos quién era, qué pensaba, cómo era el tono de su voz, qué anhelaba. Si fumaba o tomaba café y dónde y a qué hora. Eso es contar.
‘Juanvi ha logrado buscarse la vida para poder asistir al entierro de su padre con sus hermanos, en Salamanca. Hoy se entierra sin entierro. Mientras un tipo de trajes caros y palabra veloz como Marlaska pregona que el Gobierno no tiene nada de qué arrepentirse’
Porque en esta familia nuestra, ciertamente dada el chisme y al cainismo de chincheta, conservamos siempre ese reducto de humanidad que nos hace ser distintos. Distintos, sí. Grandiosamente distintos. Por uno del campo lloran hasta las vacas. Por uno de luces lloran hasta los muertos. Por un muerto como Vicente lloran vacas, toreros, apoderados y hasta los kilómetros de carretera que ya le saludaban al pasar. No se cuántos somos porque la calculadora de apegados al toreo no existe. Pero nos conocemos todos, año tras año doblando España y Francia de aquí hasta allá, y América. Y si nos dejaran, hasta Finlandia.
A gente como Vicente de la Calle le dicen: ‘tira para Finlandia a ver si podemos montar una novillada’, y tira. Tira seguro. No pregunta ni dónde queda Finlandia. Sólo piensa que puede dar una novillada, o una becerrada, o una corrida. Qué grande es poder contar a nuestros muertos, coño.
P.D. Paz donde vayas. A los hijos: p’alante. Y si es para Finlandia, pues no queda otra.
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