Diario del Estado de Alarma (Día 22): ‘Hipócrates contra Hipócrita’

Análisis de la situación nacional y de la Tauromaquia



“Me comprometo solemnemente a consagrar mi vida al servicio de la humanidad. La salud y la vida del enfermo serán las primeras de mis preocupaciones. Respetaré el secreto de quien haya confiado en mí. No permitiré que entre mi deber y mi enfermo vengan a interponerse consideraciones de religión, de nacionalidad, de raza, partido o clase. Aún bajo amenazas no admitiré utilizar mis conocimientos médicos contra las leyes de la humanidad. Hago estas promesas solemnemente, libremente, por mi honor”.
Queridos doctores, queridos hospitales enteros, desde el primero al último. Sólo os falta una cosa para ser dios en lugar de Dios: nada. Si acaso, mandar a su lugar de origen a vuestros jefes cuando pase la peste. Porque cuando pase, vosotros, los que os dicen “sanitarios” como se le dice a un váter, seréis el único referente válido para ser escuchados. Vosotros, que no habláis ahora mientras hablan vuestros jefes usando vuestro nombre y vuestra voz callada, sois los únicos que sabéis la verdad. No os admiro. Os venero de una forma absoluta porque, diezmados, mandados a la trinchera con chubasqueros y bolsas de basura, llegáis a tapar la vergüenza hipócrita de quien manda, todos indignos del juramento de Hipócrates. Hipócrates contra la hipocresía.
‘No os admiro. Os venero de una forma absoluta porque, diezmados, mandados a la trinchera con chubasqueros y bolsas de basura, llegáis a tapar la vergüenza hipócrita de quien manda, todos indignos del juramento de Hipócrates. Hipócrates contra la hipocresía’
Hipócritas. Que nada tiene que ver con el que dicen fue primer médico de la Historia, en la Grecia de Pericles. Hipócrates. Le autoriza a la leyenda a ser autor del juramento que hoy hacen los doctores y que es de obligatoria lectura pues en él nada hay privado o público sino sanar hombres y mujeres. Los descendientes ideológicos y científicos de Hipócrates dejaron sus vidas en cada guerra, en cada peste, en cada ira del mundo contra los humanos. Hipócritas: del latín tardío ‘hypocrisis’. Oriunda de la máscara que representaba al personaje y escondía al actor en los anfiteatros. Esta peste es la lucha entre los descendientes honorables de Hipócrates y la hipocresía de sus jefes, tan propagadores del sentimiento y virtud que no poseen.
El jefe Churchill, de nombre Pedro, avisa a las teles rescatadas para que difundan urbi et orbe su tercera persona del plural, ésa que dice “nosotros” cuando habla de las casas diminutas de los recluidos o cuando dice que se están jugando la vida produciendo para el país. Nosotros no. Ellos, jefe Churchill. “Nosotros“ es la máscara de la hipocresía que consiste en apropiarse del estado de trinchera de los otros, personal de la medicina, apropiarse de las necesidades de metros vitales de los otros, del paro de los otros, de la pobreza de los otros, para decir un “nosotros” que tape sus vergüenzas, ineficacias y veleidades de gente ruin. Sí. Ruin. No son nosotros, jefe, son ellos. Los descendientes de Hipócrates.
A uno de ellos, amigo y admirado al mismo tiempo, que salvó con una decisión mi espalda y por tanto mi vida, alivió una rodilla camino del desguace, uno que ha recompuesto para la vida a decenas y decenas de cuerpos en talanqueras y plazas de toros, un hombre bueno y un buen hombre, Enrique Crespo, le pegó una voltereta el bicho. También a Cristóbal Zaragoza. Pero con Crespo el bicho no puede y ya mismo está otra vez en la trinchera. A propósito de Crespo, leyendo el juramento de Hipócrates, oficializado en 1948, le digo al jefecito Iglesias, que qué es eso de la sanidad pública o privada. ¿Médicos públicos y privados? Hay un juramento, imbécil. Sí. Imbécil. Ad Hoc desde el diccionario de la RAE. Un juramento de lealtad que ni sospecha ni juraría para nada ni con nadie ese hombre que hace collera de propaganda con el Jefe Churchill.
‘Si, acabando la peste, los de la medicina hablaran, mandaban a sus jefes a casa y sin pensión’
Basta de mentir. No. No tenemos la mejor sanidad del mundo. No. Pero sí, tenemos a los mejores médicos, investigadores, enfermeros, enfermeras del mundo. Les dotamos de medios y ganan la guerra de calle. En asistencia primaria nuestro sistema es genial. A la que la medicina demanda dinero, tienen bolsas de basura y chubasqueros, que, usados con las manos de los sabios, de los magos, de los hombres de primera línea de trinchera, han hecho milagro. Todos. Médicos públicos, médicos privados.
Ese odio ideológicamente incesante del nuevo rico contra el talento individual del ser humano, del jefecito Iglesias y su pandemia derrochadora de gasto público en memeces y en bandos de réditos de votos, ese priorizar lo absurdo, en gran medida, ha sido la que ha creado las bolsas de basura para los médicos. Hipócritas. Hipócrates. Si, acabando la peste, los de la medicina hablaran, mandaban a sus jefes a casa y sin pensión.
P.D. Enrique: cuando estés bien y nos dejen salir a la calle, una de Macan mano a mano, bebida de dioses, para brindar por los médicos. Si viene Hevia, descorchamos dos.

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