Análisis de la situación nacional y de la Tauromaquia.
Traslado una pregunta a un epidemiólogo. Supongamos que, una vez, habíamos puesto una cota máxima de habitantes a las ciudades, algo así como 250 o 300.000 habitantes. Una población suficiente para que existiera y se aplicara todo el progreso científico, pero una población sin tanto éxodo, tránsito, idas y venidas, sin provocar la España Abandonada. ¿Existiría esta pandemia? La respuesta: no, ni mucho menos de este modo. Para no ser malvado a pesar de que nadie me ve, añadió: pero quizá tendríamos menos medios científicos contra ella. Con la respuesta, me basta para decir que la España que clama la Tauromaquia, la gente del mundo rural, cazadores, pescadores, agricultores… es la España sin peste.
Madrid, sede del neoecologismo urbanita, a la par que Barcelona, tenía 650 camas de UCIs. España entera, 4.627. Un parque sanitario bajo mínimos desde hace tiempo y más con la crisis y sus recortes desde el 2007, crisis a la que se le puso fecha de finalización oficial en el 2014. Es decir, que hemos tenido muchos años para ponernos al día teniendo en cuenta que la ciencia aventura pandemias cada cierto tiempo. La ciencia. Qué lastima que decidan los políticos sobre lo que ha de decidir la ciencia. La globalización, supuestamente madre y padre del progreso, ha dejado las decisiones en manos de los que menos saben.
‘La globalización, supuestamente madre y padre del progreso, ha dejado las decisiones en manos de los que menos saben’
Pero, ¿qué coño es la globalización? Más allá de un interés de conducta común de los humanos en todos países desarrollados, nada. Globalizar es hacer necesario un móvil. Un consumo. Una marca, un elemento. Muchos elementos transnacionales que nos igualan en eso, en consumo. La globalización no creó las ciudades, pero alentó para masificarlas. Más gente junta, mayor impacto de propaganda para el consumo. Y en ella, la llamada ‘cultura global’ que, por ejemplo, consiste en que el mismo libro digital se pueda leer en todas partes. No hay inversión de hábitos de lectura. Sencillamente se deja el libro en pocas manos empresariales y éstas multiplican el mercado en ‘lo global’.
Lo global mató o hirió muy grave a la cultura de identidad de cada país o cada región. Es enfermizo, desde el punto de vista del humanismo, imponer como progreso el rechazo al otro, el rechazo a los toros, a la caza, a la pesca, al trato hombre/animal, el rechazo a la religión del tal país. La globalización, en lo cultural es una entelequia que pretende una única forma de sentir y percibir la vida. Planificar una sociedad de religión única o de moral única, ideológicamente homogéneas es una atrocidad para la propia Cultura.
‘Es enfermizo, desde el punto de vista del Humanismo, imponer como progreso el rechazo al otro, el rechazo a los toros, a la caza, a la pesca, al trato hombre/animal, el rechazo a la religión del tal país’
No sólo porque las culturas de cada lugar dan sentido a las gentes, a la historia, a a sociedad, a las formas de relación humanas de cada lugar. El toreo en varios países es integrador y transversal en lo no ideológico. Lo era hasta que las ideologías políticas le metieron mano desde ‘lo global’. Todas las sociedades han evolucionado y diversificado desde sus culturas propias. Nosotros sufrimos más estos confinamientos en casa porque somos la cultura del abrazo, del beso, del saludo, la cultura de las terrazas, de los bares, del roce continuado a diario.
Eduardo Galeano, nada sospechoso de ser radical, sólo bien pensante, dijo que ‘ahora el imperialismo se llama «globalización» y a las ocurrencias se llaman «progresismo«‘. Siempre pensé que gran parte del prohibicionismo a los toros se basa en un temor. Si respeto la cultura o a tradición de un pueblo, por ejemplo, la de los toros, corro el riesgo de que la idea o sentimiento en el que se basa esa cultura, se enfrente un día a la mía. Y sin embargo, nada más lejos de la realidad, pues acceder a una plaza o a una calle con toros o acceder al campo con toros no se enfrenta a nada, sino que lo tolera todo. Esa fama injusta e incierta de que el aficionado a los toros es un alguien intolerante y reaccionario es una de las mentiras mejor contadas de la historia.
Porque si, lo fuera, me pregunto porque ese hombre a flor de piel que fue Luis Eduardo Aute, defendía con coraje su cultura de toros. ¿Por qué lo hicieron y hacen tantos y tantos artistas, creadores, poetas, literatos, pintores, cantantes en todo el mundo? ¿De verdad cree alguien que el toreo no es centro de tolerancia y que por esta razón tantos artistas geniales han sucumbido a ella? Puede ser que la globalización sea, entre otras cosas, enterrar definitivamente a todos ellos, a toda cultura que no cabe en la globalización.
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