Diario del Estado de Alarma (Día 40): ‘Los niños del Estado’
Análisis de la situación nacional y de la Tauromaquia
Protegemos a los niños. Para este fin tomamos las siguientes medidas, que no nazcan es la primera (índice de natalidad negativo alarmante). Segunda protección: que haya ya más perros que niños, para que socialicen mejor. Según donde vivan, Picasso entra o no en los libros y la lengua de aprendizaje es diferente. Que no entren en contacto con la violencia, por ejemplo, las corridas de toros, pero a la hora de la merienda en la tele los adultos se tiran de los pelos por unos cuernos con la más zafia violencia. Ahora, en la peste, que se queden sin ver el sol y, como premio a lo inaguantable, que salgan a la calle un ratito, pero para hacer la compra. Yo no quiero ser nunca más niño, quiero ser perro.
Como pensar cansa y hay agujetas de hiper actividad en redes, no caemos. Pero, sinceramente y como realidad objetiva: estamos confinados no por nuestra seguridad sanitaria. No es cierto. Estamos confinados porque no habíamos hecho los deberes, a pesar de las advertencias de los científicos, y la peste nos pilló con el loco al volante y en dirección contraria. Lo estamos porque la sociedad de bienestar que fabricaron nuestros abuelos, no fue más allá de ellos. Después de ellos vino una fase nueva de progreso cuyos objetivos eran regresivos. Quede claro que estamos confinados por no haber hecho los deberes.
‘Estamos confinados no por nuestra seguridad sanitaria. No es cierto. Estamos confinados porque no habíamos hecho los deberes, a pesar de las advertencias de los científicos, y la peste nos pilló con el loco al volante y en dirección contraria’
El Estado de Alarma es una obligación por errores y mala gestión. Creo que hace tiempo se piensa más en el poder que en la política. Sólo una sociedad políticamente soberbia e inútil puede priorizar en tiempo, medios, gastos, inversiones cosas tan banales como se han hecho, en vez de usarlas para lo que viene alertando la gente que sabe. Pongo un ejemplo: se ha dedicado más tiempo y más espacio a prohibir que los niños vean corridas de toros que a lanzar mensajes de que es necesario que nazcan. Que no vayan a los toros. ¿Quiénes? Niños. De eso no hay.
La última ocurrencia es que la salida de los niños a la calle, pregonada como todo lo que nos pregonan como haciéndonos un favor de su bondad gestora, se reduce a que acompañen a los padres a la compra. Oigan. ¿Ustedes han ido a hacer la compra a un súper estos días?. No. Ni una vez. Pero, es más, ¿ustedes fueron antes de la peste al súper? Los niños no van a la compra. Los niños no van en España a la compra porque lo que se hace allí queda entorpecido por la jauría de vida que son los niños. No, idiotas, no iban a los supermercados a no ser que no hubiera más remedio. Los niños se mueven remueven, tocan, tiran, besan, abrazan, destrozan. Los niños son eso.
‘Los niños no van a la compra. Los niños no van en España a la compra porque lo que se hace allí queda entorpecido por la jauría de vida que son los niños. No, idiotas, no iban a los supermercados a no ser que no hubiera más remedio. Los niños se mueven remueven, tocan, tiran, besan, abrazan, destrozan. Los niños son eso’
Los que van a ser felices por el espectáculo de cómo ver a su padre pelearse con unos guantes abriendo una bolsa que no abre para meter la fruta. ¿Serán gilipollas? Sí. Ya sé que han rectificado en su ocurrencia irreal. El Gobierno no tenía otra. Hasta los suyos se le han echado encima ante semejante estupidez. Una de dos, o no salen porque hay mucho riesgo, o salen de paseo con las medidas necesarias, pero no a por cinco kilos de patatas. Esta ocurrencia rectificada viene a rectificar lo que este actual Estado había decidido con los niños del Estado. Sólo lo que es propiedad puede ser usado u ordenado como una propiedad. Y, he de reconocer, me dan pánico ciertos tics de estos días por parte de las “autoridades”.
Acaso los niños ya forman parte de un todo en propiedad. Desde el abuelo muerto indecentemente a las declaraciones de censura que dijo el General de la Guardia Civil, pasando por los deseos evidentes de declarar la censura previa y la Verdad Oficial, y a la “monitorización” de las opiniones de los ciudadanos. Un todo que está instaurando el manso absoluto. Nos faltan diez minutos para ser el paradigma del manso. Nos confinan y hemos de dar las gracias. Nos quitan derechos fundamentales y hemos de dar las gracias. Nos propone el CIS una barbaridad propia de una Dictadura y damos las gracias.
‘Nos faltan diez minutos para ser el paradigma del manso. Nos confinan y hemos de dar las gracias. Nos quitan derechos fundamentales y hemos de dar las gracias. Nos propone el CIS una barbaridad propia de una Dictadura y damos las gracias’
¿Es España un manso perfecto?. Porque, con esa habilidad del sibilino, todo lo que se maneja sin consenso mayoritario y que afecta a libertades fundamentales, se acepta porque todos los días se nos dice que “se hace por nuestro bien”. No importa tanto si nos hacen bien, basta con afirmar que es por nuestro bien. Es como las mascotas. Las castran por su propio bien. A lo mejor si le consultan al perro les dice que casi que no le hagan nada por su propio bien, que otro día será. Metido hasta el cuello con mis opiniones, ya me importa muy poco ser monitorizado y sus consecuencias. Sí. Creo que algo se cocina en el Estado para nuestro bien. Yo no quiero que hagan nada para mi bien.
Yo quiero niños en los toros y no viendo a JJ Vázquez en la tele. Quiero menos “ruedas de prensa de paisano y de uniforme” y más periodismo. Quiero menos rastreo de mi vida y vivir más. Quiero menos “progreso” y más libertad. Quiero menos Verdad Oficial y más verdades plurales. Y, sobre todo, no quiero niños encerrados en la experiencia de un supermercado triste, iracundo a veces, insuperablemente patético. Y, por último, yo no quiero niños de la guerra, ni de la peste, ni tampoco, sobre todo, no quiero niños del Estado.
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