Diario del Estado de Alarma (Día 94): ‘La cabaña del Tío Tom’
Análisis de la situación nacional y de la Tauromaquia.
Le dijo El Principito al zorro señalando una rosa: “te haces responsable para siempre de lo que has domesticado…eres responsable de la rosa”. Somos responsables de lo que hemos domesticado. El bocazas de Hamilton es responsable de eso sin nada de perro que parece un perro, en su avión de lujo. La imagen basta para calificar cómo se está domesticando y la catadura de quien doméstica. Pero eso no es el mundo, el mundo es otra cosa mucho más a pie de tierra. Más básico por más natural. Hamilton vive en otra fase de esclavitud que sus antepasados. Vive en una jaula. Está tan domesticado como su perro domesticado.
Más de 30.000 personas sin domesticar han salido este fin de semana a las calles de muchas ciudades de España. Lo hicieron de forma espontánea para pedir sus derechos. No ha habido ni un solo atestado policial. El toreo, lo que queda sin domesticar de esta sociedad, no necesita más vigilancia que la de su educación. Sin presupuesto, sin medios, solo a golpe de voz, las gentes de la Tauromaquia se hicieron visibles tanto que hasta la Agencia Reuters se hizo eco, preguntándose que pasaba en España.
La prestigiosa agencia británica se pregunta qué pasa, sin preguntarse que les pasa a ellos, a su paisano Hamilton, que hace de un perro un ser amorfo suyo nivel de vida es superior a millones de británicos y a miles de millones de seres humanos del mundo. Eso es lo que pasa. Si un día a un torero agraciado en su economía se le ocurre adoptar esas pautas de comportamiento, no tiene lugar para esconderse de los ecos de chufla.
La chufla de Hamilton es el nuevo Tom de “La Cabaña del Tío Tom”, obra contra la esclavitud escrita por Harriet Beecher, mujer de armas tomar. En la novela, la autora describe la indignidad e inmoralidad de la esclavitud, y dice: “la parta más espantosa de la esclavitud es, en mi opinión, su atrocidad sobre los sentimientos y el afecto”. Exacto. Esa atrocidad que invierte sentimientos y hace perro al hombre y no perro al perro. Mirad la foto. Por eso Hamilton, son su fama y su talento y su todo, es un tío Tom rico que no sabe que es un tío Tom. Trabaja para los herederos de los blancos algodonales. Pero le dejan tener perro y avión.
Hamilton, en su cabaña de oro del nuevo Tío Tom, arremete de forma inconsciente contra el toreo, algo que ha tenido una repercusión mediática de proporciones bíblicas. El toreo vende, amigos. No está domesticado. Seguimos siendo fauna salvaje en el asfalto. Sin embargo, cuando Hamilton arremetió contra sus amos, la industria de la Fórmula 1 por no manifestarse tras el asesinato en Estados Unidos de George Floyd, sus declaraciones fueron tapadas con la misma mano que le dar el dinero para el avión y para el no perro.
En el toreo sucede que hay jaula de oro posible. Ni domesticación. Perro es perro, hombre es hombre, toro es toro, vida es vida y muerte es muerte. La moral es la natural, no hay condimentos. Esa es la grandeza de este mundo. Por eso, a la vista de que la tauromaquia está muy viva, aunque esté muy pobre, creo que hay una esperanza. Está en nosotros mismos. Ezra Pound dijo que un esclavo es que espera a que alguien venga a liberarlo. La Tauromaquia sabe que nadie vendrá a liberarla.
Por eso salió a la calle. Para tratar de ser libre. Siguen aún los retos de la calle, han de estar vivos los movimientos sociales. Pero, una parte de esa libertad que significa tener futuro, pasa también por algo que causa salpullidos. Ordenarse por dentro. Ser cabales todos. Que todos seamos capaces de apretarnos aun más el cinturón sin dejar a nadie al descubierto. Hacer de la Tauromaquia algo viable entre todos. Afuera exigir y lograr que no nos exijan lo que nos pedían para dar toros. Por injusto y por inviable. Dentro, ser solidarios todos. Todos desde el primero al último de la forma más justa, sin que nadie pague más que el de al lado. Ese es el precio por no ser Tom en su cabaña del Tío Tom.
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