Diario del Estado de Alarma (Día 87): ‘Fuenteovejuna’



Análisis de la situación nacional y de la Tauromaquia.



No hay ayuda por llegar, ni ley a cumplir toda vez que la ayuda sólo lo es a tiempo y ley sólo es ley si es para siempre. Esta es la realidad de nuestro presente, la de la Tauromaquia, y harían bien vuesas mercedes en aprender esta canción en vez de esperar una realidad que ni viene ni se la espera. Las ayudas legítimas del toreo han sido las que han propuesto algunas Comunidades, pues, grandes o chicas, fueron a tiempo. Las ayudas a destiempo y en espera congelada más bien son limosnas de mendigo. En cuanto a la Ley, nada más obsceno que mencionarla a sabiendas de incumplirla. Vamos, aunque sea tarde, por fin, todos a una. Y cuando pregunten quién fue, tendremos a bien contestar que Fuenteovejuna.

Tirando de lo más clásico de nuestro Siglo de Oro, un drama municipal del nivel de una obra de Shakespeare, la Fuenteovejuna de Lope de Vega, se considera en la literatura universal el caso impreso de la unión de un pueblo frente a la opresión y el atropello del tirano. Hasta ahora, como en aquel cordobés y real pueblo de Fuente Obejuna, las gentes del toreo andamos en la disciplina esperanzada de una “ayuda” a sabiendas de que no la hay. Y como el Comendador de la obra de Lope, como imantados por la palabra “Ley” que tanto cita el Comendador Uribes. Hasta ahora un servidor sujetó las riendas a pesar de no creer en ayuda ni en ley alguna, pero hora es de picar espuelas.

‘Esta vez, aunque tarde, vamos todos a una. Nadie crea que ya mismo vamos a lograr un efecto social, bien por número, cuantía o calidad de actos u oradores. Será un primer paso y ha de ser a compás’

Deben saber las gentes del toreo, su comité de crisis y demás grupos que proliferan en guasap y otros lugares virtuales, que los conceptos de ayuda, de ley y de espera tienen una caducidad cuya fecha fin de la misma lo marcan dos cosas. Una, el tiempo sobre la promesa. Otra, la dignidad. Mientras la España que no es la Tauromaquia se sabe al dedillo con qué cuenta, poco o mucho, justo o injusto, nosotros sabemos que contamos con nada. Nos han toreado en la plaza de la espera. Y cuando la promesa del Comendador Uribes hizo tanta mención expresa a la Ley, la espera se convirtió en un delito de su parte. No la cumple. Y no sólo no la cumple, sino que la arroja al aire para indignidad de la propia Ley, de quien ha de cumplirla y de nuestra propia indignidad. Todo pueblo que no exige la ley que le da cobijo, es pueblo rebaño.

Esta vez, aunque tarde, vamos todos a una. Nadie crea que ya mismo vamos a lograr un efecto social, bien por número, cuantía o calidad de actos u oradores. Será un primer paso y ha de ser a compás. Si quienes ahora desean salir a la calle tuvieron la gentil actitud de morderse la lengua por el bien común de una espera, ahora deben de sentir el apoyo de quienes trabajaron en el mundo de la diplomacia de trato. Cito a Lope: “Juntad el pueblo a una voz, todos estén conformes, en que los tiranos mueran”.

‘La calle y las plazas son de todos. Elevar la voz en esos espacios públicos significa, mandar un mensaje de que existimos. Quizá por primera vez la sociedad española conocerá que existe un colectivo humano que forma parte de algo que se llama Tauromaquia’

Dar un paso sin una sola voz en contra es el comienzo de tres cosas. La primera, recuperar el sitio perdido ante el toro de la sociedad. La segunda, comenzar de verdad a ver la ayuda, pues la primera ayuda es la unidad de todos en un primer paso. La tercera, decirle a todo español que la Ley es para todos o no lo es. No somos las gentes del desorden y de la quema de contenedores porque hemos sido justo lo contrario. Pero ahora es momento de las calles y de las plazas, pocos a pocos, poco a poco, hasta ser más y en más sitios.

La calle y las plazas son de todos. Elevar la voz en esos espacios públicos significa, mandar un mensaje de que existimos. Quizá por primera vez la sociedad española conocerá que existe un colectivo humano que forma parte de algo que se llama Tauromaquia. Gentes que pasan necesidad, hambre, que se sienten ninguneados, humillados y maltratados poseyendo un DNI que nos equipara en derechos a todos los españoles. No importa si somos más fuertes o más débiles, si somos muchos o somos pocos, si el ruido es grande o es pequeño. No importa siquiera un fracaso de visión o de impacto social. No importa nada si lo intentamos y lo hacemos, de verdad, todos juntos. En todos los lugares posibles y sin entregar la cuchara a las primeras de cambio. Si es por derecho, vamos todos, sin una sola voz a destiempo y fuera de compás.

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