Diario del Estado de Alarma (Día 8): ‘Perdón, Gran Jefe’

Análisis de la situación nacional y de la Tauromaquia



Toda decisión de la autoridad en un estado de guerra se acata. Lo que no quiere decir que sea razonable o éticamente saludable. O una aberración. Cuando la medida tomada en guerra la tomamos como el mal menor o el daño colateral, estamos ante el certificado de garantía de un gran fracaso. Reconozcamos eso a los prescindibles y no lo tapemos con la falsa grandilocuencia, bajo el amparo populista de la solidaridad, de la progresía o de nuestra capacidad como país. En esta guerra, la autoridad sanitaria ha decidido que los mayores de 80 años son los pacientes “c” o “b” respecto a los paciente de menos de setenta años. En progresión decreciente. Qué jodida es la guerra.
‘Un viejo de ochenta años será tratado con menos medios que un adulto o un joven. Y esta no es la medida de un país solidario, progresista o de bienestar. Es la medida del fracaso de la solidaridad, la progresía y el bienestar’
Un viejo de ochenta años será tratado con menos medios que un adulto o un joven. Y esta no es la medida de un país solidario, progresista o de bienestar. Es la medida del fracaso de la solidaridad, la progresía y el bienestar. En guerra, todo ciudadano no es igual ante la ley ni ante la sanidad. Me cuesta escuchar la indecencia de nuestros dirigentes y autoridades haciendo sectarismo sanitario por edad sin, al menos, pedir perdón a nuestros viejos aunque sea de la manera más Churchilliana posible.
La explotación del más débil la hemos hecho ya tantas veces que parece norma habitual de conducta de esta soberbia llamada “Estado del Bienestar”. No hace tanto que los viejos sostuvieron a sus familias con su pensión. Ahora ayudan a sostener el colapso en hospitales con sus vidas. Sea así. Es la guerra. Pero seamos decentes con ellos. Esa boca de discurso de serpiente, temerosa y letal, siempre emboscada en el miedo y en la seguridad de una silla, huye del pedir perdón, de aceptar el error, de prometer que jamás va a volver a suceder. Repudio esa inhumanidad brutal y cobarde como llamo cobardes a esos medios tertulianos de grandes dimensiones que callan y hacen juego político al político.
‘Esa boca de discurso de serpiente, temerosa y letal, siempre emboscada en el miedo y en la seguridad de una silla, huye del pedir perdón, de aceptar el error, de prometer que jamás va a volver a suceder’
En estos tiempos de ruido, el viejo ha pasado a ser el más prescindible porque el viejo ya ha vivido, tiene menos expectativa de vida y el joven ha de vivirla. Como padre daría, sin necesidad de pregunta, mi vida por cualquiera de mis dos hijos. Si un día soy abuelo, la daría por mis nietos. Pero no lo haría bajo el amparo de una cuestión de edad vivida. Lo haría por amor. Porque de esta forma, nadie en mi vejez anulará mi capacidad de tener deseo, de tener inteligencia, de ser útil, de tener vida, capacidad de amar. La decisión tomada en guerra por la Autoridad lanza ese mensaje demoníaco a seres tan costosos como improductivos sin que ese sacrificio sea por amor, por talento, por heroicidad humana. Se hace por números, por colapso, por fracaso.
Si. Políticos. Autoridades. Medios de tele siempre tan dispuestos a no despilfarrar un solo pensamiento de reflexión. Qué mierda de mundo hemos hecho para que un millón de seres humanos de más de 80 años en este país, vivan en soledad. Para el target siguiente de prescindibles, 2,7 millones de hasta 65 años, vivan en soledad. Para que 4,7 millones de españoles vivan solos. La peste tenía allanado el camino mientras el silencio del ruido de nuestro fracaso se amortiguaba en la falsa idea del estado de libertad, de igualdad , bienestar y progreso. De la misma forma que un alcohólico sólo comenzará la cura reconociendo que lo es, o reconocemos esta verdad catedralicia, o los muertos de la guerra no servirán para nada. Sólo para ahorrarnos pensiones.
Nos hemos convertido en ‘El Idiota’ de Dostoievski, incapaces de gestionar la idea inhumana que el peor rostro posible del ser humano es el de un condenado a muerte. Qué diferencia ahora a nuestro progreso y bienestar de la ley de la selva. De la ley del más fuerte. Del más joven, del más sano, del que puede prolongar la raza. ¿Suena esta terminología?. Qué hemos hecho para gastar millones y millones de euros en el bienestar animal mascotista y no invertir en el bienestar de los españoles. ¿Por qué tan bestias, tan incultos?
Cámara Alta. Senado. Del término Senatus, senectud o senil, palabras tergiversadas y mancilladas por esta sociedad del bienestar y progresista, de tal forma que lo senil (tercera fase la sabiduría clásica después de iuevius, juvenil, y adulto o adulti) es maltrecha dolencia costosa. Y en el Senado estaban los sabios. Los mayores. Los romanos portaron el símbolo SPQRT, por el Senado y por el Pueblo, por el senil y por el pueblo. Toda cultura o civilización que nos precede y a la que debemos instituciones, filosofía, sentido de lo jurídico, sentido de organización y convivencia, avanzaron con sus mayores. Incluso las más primigenias, como la de los indios de las películas de nuestros abuelos. Donde salía el Gran Jefe, anciano de la tribu. Pues al menos, pidamos perdón.

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