Diario del Estado de Alarma (Día 11): ‘Dedicado a los rezagados’
Análisis de la situación nacional y de la Tauromaquia
Edward Murrow, presentador de la CBS de los años 50, despedía su programa con un “buenas noches y buena suerte”. Murrow se saltó la cuarentena totalitaria del senador McCarthy con la convicción del periodismo en libertad. Cuando España finaliza sus aplausos en los balcones, cuando se cierran de nuevo ventanas, y los balcones se quedan solos, con la bicicleta inútil y dos macetas sin geranios, el eco de esas ovaciones y gritos deja escuchar esa misma frase de norte a sur de este país que es para comérselo: “buenas noches y buena suerte España”. Pero hay ventanas que se resisten a ser cerradas. Hay quien se resiste a entrar porque desea decir algo más, porque no lo ha dicho todo, porque el día fue más largo para él, porque ya ni podemos enterrar a los muertos. Quiere que ese minuto sean tres, quiere llorar y reír. Para esos rezagados de ese minuto de oro de España, va dedicado hoy ese diario.
Que consiste en pensar, creer, esperanzar, desear, que gran parte de esos vítores, aplausos, gritos y ovaciones de este día a las ocho en punto hayan sido de las gentes del toreo en memoria de Borja Domecq. Deseo que su hijo Borja los haya sentido. Porque hoy España y tantos lugares se han convertido en un mal enterradero de gentes. Mal morir y mal enterrar es mala suma, amigos. Mal morir y mal enterrar es un fracaso. Y si alguien cree que todo esto tiene un halo de pesimismo, se equivoca tanto, como mal lee. Porque, hoy más que un nunca, este diario dedicado a los rezagados de los balcones, es esperanza pura.
Esperanza en que todo lo que nos pasa, nos pase para algo, para ser mejores. Para que, cuando pase la peste, este país que somos nosotros, haya crecido tanto en vida que seamos ese algo que no prohíbe, ese algo tolerante de verdad, un colectivo que expulse a todo y a todos los que nos metieron con insistencia cainita en el cuadro de Goya donde dos españoles se matan a garrotazos (La Riña o Duelo a Garrotazos, 1819). En ese cuadro de la Quinta del Sordo nos metieron porque mintieron. Y mi esperanza es que ese rezagado, que se queda como bulto sospechoso al lado de una bicicleta famélica, sea el que no olvide. Que empuje ahora, el que más, con más empeño que nadie, pero que levante luego la mano y expulse a quienes nos metieron dentro de ese cuadro.
Rubalcaba (PSOE) dijo que los españoles somos gente que entierra muy bien. Enterraba. Eso y la noticia de que el Palacio del Hielo de Madrid es receptor de cadáveres me motiva más. Me horroriza y me motiva para seguir en este tiempo que nos toca. Pero no voy a ser yo quien diga a los lectores que seamos ese eunuco castrado frente a la indignidad. No hay espacio, no hay entierro digno por la guerra. Sea también. Pero cuando salgamos de ésta, demos sentido a la muerte de cada uno de los mal enterrados y no olvidemos. Nada ni a nadie. Y no es cuestión del muerto, que le dan igual ya sus huesos. Es cuestión del vivo. ‘Cultura que no da culto a la muerte, no rinde culto a la vida’ (Octavio Paz).
¿Sabéis por qué ése se rezaga, por qué quiere seguir un minuto más?. Quizá por los otros héroes de tantos héroes de estos días que son los muertos sin dignidad de adiós. Y quiere quedarse en el balcón y gritar: silenciar al perro, el teléfono, la tele y llamad al llanto, avisad a las lágrimas, improvisad un crespón, poneos guantes negros, apagad las estrellas, porque alguien ha muerto.
Buen día y buena suerte.
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