Análisis de la situación nacional y de la Tauromaquia
¿Cuántos toreros confinados en pisos podrían entrenar en el chalet de Pablo Iglesias? Reconozco que es una pregunta estúpida, demagógica. Una pregunta, cuya inteligencia, sólo da para echar de comer al talento de un careo político en el Parlamento. La casa de Iglesias y sus metros de más o de menos es de su propietario. Que yo no tenga esos metros y don Pablo sí, no me quiebra el sentido de la igualdad. El del igualitarismo sí. Que Perera esté en su finca y otro torero en un apartamento del 70 metros, sólo ratifica que talento y capacidad son la moneda de cambio en igualdad frente al toro. Sucede que a la igualdad, ahora, la han mutado en igualitarismo. Una ideología contra la que sólo el toreo y el arte se rebelan.
Qué es igualdad. Que uno de la parte baja del escalafón aspire a ser El Juli. Y no al revés. Que un capote de vueltas azules sin alma aspire a ser mecido como lo hacía Paula. Y no al revés. Qué es igualitarismo. Que Aguado regrese a la escuela y detenga su creatividad justo en el nivel medio de todos los de la escuela. A la ideología igualitaria del dueño de la casa de Galapagar, donde ningún torero irá a entrenar a pesar de haber deflación de espacio, no le importa que todos tengan mejor salud, o educación o talento, sino que todos tengan la misma y el mismo. El igualitarismo es la usurpación de la igualdad. La igualdad provoca sensibilidad, el igualitarismo es la sala de partos de las sensiblería.
A veces en el toreo aplicamos ciertas querencias igualitarias. Pero sólo resultado de nuestra impaciencia o nuestra ira puntual. Nunca el pueblo fabricó con más talento ni con más justicia una aristocracia, una sangre real, que el pueblo de toro. Reyes de sangre real que regaban el albero por renegar el ser iguales. Lejos de igualar, una cornada de un toreo lo diferencia incluso de otro torero con su cornada. Porque cada cual la buscó, la encontró, o simplemente se dio de bruces con ella sobre la base de su talento individual. Todos ellos y cada una de ellas fueron en el intento de huir de la mediocridad, en la aspiración de que el pueblo lo plebiscitara como aristócrata del toreo.
¿Cómo no va a ser el toreo enemigo sin desearlo de la ideología política igualitaria? Esa que trata de gesticular legalmente el absurdo de igualar a un perro de ciudad con uno confinado en 60 metros?. ¿Qué somos sino el muro de contención, el rebelde jamás derrotado contra el igualitarismo que consiste en la adormidera social del mileurismo igualitario? ¿Qué somos sino un arte que provoca a otras artes la pregunta, la duda, la reflexión, que provoca poesía, literatura, pintura… de talentos jamás igualitarios? ¿Qué somos sino esa parte natural del mundo natural de la tierra que se gestiona igualitariamente como un jardín vertical de ciudad o el césped del chalet de Galapagar?
Hay un escaso talento generalizado en la política. La parte del otro lado de esta ideología, o es esclava de su suma en Gobierno o, caso de la oposición, carece del discurso talentoso que desenmascarar a la mentira: la verdad única impuesta que es el igualitarismo. Aún no encuentro a un político que suba al estrado a decir alto tan simbólico, simple, nada demagógico y promotor de una reflexión sobre la igualdad de porqué, cómo, cuándo, a través de qué protocolo de espera, Irene Montero se puede hacer dos test de la peste mientras los muertos van a patinar en el Palacio del Hielo de Madrid. Montero y más políticos. No saldrá diputado o senador alguno de cualquier signo a decir que este mes no cobro. No. Existe otro igualitarismo entre esa falsa aristocracia que hace de la desigualdad su bienestar. Una casta, posiblemente ya irrefutable por no cuestionable, que ha hecho de lo obsceno una ¿necesidad o necedad? del país. Ya hemos admitido esta desigualdad en un ecosistema de rebaño.
Allá vosotros, ustedes, allá cada cual. Tenemos justo lo que deseamos ser, quizá porque nuestra indignación cabe en un twitter, y muere por inanición antes de que el virus de la peste pegado a un capote de brega, se muera. Yo, en mi manga. Seguiré diciendo lo que pienso y siento. Vivimos una perversa maquinación para unificar a la mente humana desde un molde único. Se trata de que no exista la menor diferencia entre cada individuo. Todos toreando de la misma manera, todos pintando el mismo cuadro, todos escribiendo el mismo escrito. Vivir así es no avergonzarse, ni en público no en lo más íntimo, de llevar a patinar a los muertos en el Hielo de un Palacio.
P.D. Somos descendientes de los Tercios de Flandes. No lo olvidéis. Y eso jode en Holanda que además de quesos malos y tulipanes, solo tienen un cacho tierra robada al mar.
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