Diario del Estado de Alarma (Día 10): ‘Malos tiempos para los que no creen (creemos)’
Análisis de la situación nacional y de la Tauromaquia
Malos tiempos para los que no creen. Y para los que creemos poco. En Dios digo, o en un dios. Claro que peor le irá a Dios en estos días. El Cielo está colapsado de peticiones de ayuda urgentes. No le cambio a Dios el trabajo en estos días. Y no es que sea ateo, soy de esos que puede creer en Dios, o tener fe, pero no necesitar Iglesia ni iglesia. No la necesito para pensar en la muerte de forma cabal y creer que todos podemos ser eternos. No morir nunca. Siempre dije que el recuerdo en los otros es la vida eterna. Nadie muere del todo mientras alguien pronuncie su nombre. Iba a buscar respuestas en la intelectualidad cuando me llegó un mensaje creyente de quien algo conoce a Dios. Padilla. Uno de ésos que, tantas veces, me ha devuelto la fe. No se que fe. Pero la fe.
Le pregunto si Dios tendrá oídos para tantos estos días. Le comparto que pedir por uno mismo, con la que está cayendo, parece el acto de egoísmo mas soez. Sobre todo yo, que le creo a medias. Me responde que Dios está siempre, que también está cuando no se le necesita. Pero que, por supuesto está para todos. Respecto a mi pseudo-ateísmo, ese que le hizo decir a Buñuel, si es que lo dijo: “soy ateo, gracias a Dios”, me responde con una frase de las que llevan esa sentencia que deja a las argumentaciones con la boca abierta: “amigo, los toreros tienen pruebas de que Dios está con nosotros”. Y entonces me acuerdo. De tantos y tantas heridas que he visto. De las conversaciones en ellos en los hospitales, en cuarentena de cornada, mientras afuera el mundo vivía vivo. Por allí andaba Dios aunque yo no lo viera.
Ése es el toreo. El torero. La idea del ser humano como ser inmortal y la Vida Eterna de la que me habla Padilla, son lo mismo. Qué torero muere si se continúa pronunciado su nombre. ¿Gallito? ¿Manolete? ¿Fandiño? ¿Víctor Barrio? ¿El Pana?… No han muerto, tienen la Vida Eterna
No me pongo oscuro. Al contrario. Creo que tener fe es algo que consiste en poner límites al orgullo. A la soberbia individual. Y esta peste ya le dijo basta a nuestra soberbia de sociedad científica, avanzada, progresista. Una sociedad inmortal habíamos hecho, ¿no?. Estábamos a punto de concede el hábeas corpus a los animales. A darle su país, su gobierno, su tierra, su nación. Manda huevos. Y, en dos semanas, la ciencia sufre su ‘Waterloo’ sin saber si optará a su Noche Triste. De ésta salimos, amigo, el miuravirus tiene su lidia y le cortamos el rabo. Sea.
Pero saldremos como hombres, no como progreso. El progreso es el hombre. Es el toreo. El progreso y la ciencia y los ismos de estas décadas creyeron que el hombre iba camino del Olimpo montado en su “progresía”, que, por cierto, jamás han definido más allá de sus ideas incontestables. Y yo les dije y les digo que no. La inmortalidad existe en el recuerdo y no en la ciencia. Los clásicos griegos nos pusieron a Aquiles como ejemplo de la inmortalidad de la belleza, la juventud, el poder y resultó que tenía tendón. Más tarde reconocieron que su inmortalidad le llegó con el recuerdo. Nunca murió porque se sigue nombrando su nombre.
Ése es el toreo. El torero. La idea del ser humano como ser inmortal y la Vida Eterna de la que me habla Padilla, son lo mismo. Qué torero muere si se continúa pronunciado su nombre. ¿Gallito? ¿Manolete? ¿Fandiño? ¿Víctor Barrio? ¿El Pana?… No han muerto, tienen la Vida Eterna, que para un pseudo-ateo es la inmortalidad. Y a esta peste se le vence a través de eso que las personas, y sólo las personas, tenemos dentro como humanos: sentimientos. Recuerdos. Por admiración, por tener las retinas repletas de tanta belleza toreando, tanta gallardía, incluso de tanto gesto de respeto a la muerte despreciando la vida en el juego del toreo. Lo que me jode de todos estos días es si tantos que mueren de golpe nos dará tiempo a recordarlos. Uno a uno. Para que sean Inmortales.
‘Oye, Padilla. ¿Quién tiene el número de teléfono de Dios?. (…) Si alguien lo tiene y tiene tratos con él, que le pida sólo una cosa: (…) Que los que mueren ahora de golpe no sean sólo una estadística’.
A mi me da vergüenza ahora irle a pedir a Dios. Por eso de mi pseudo-ateísmo. Chesterton dijo que el hombre que tiene fe, ha de estar dispuesto no sólo a ser un mártir, sino a ser un loco. Si es lo segundo, la tengo. Sartre dijo que la fe, incluso las más profunda, nunca es completa. Ahí me salvo también. Pero, esta tarde, de entre tanto intelectual al que pregunto, sólo Padilla entró al rescate. No para responder sino para algo mucho más talentoso: para hacerme las preguntas correctas. Ésas que no necesitan respuesta. Porque la fe es el toreo y cuando la fe huye, siempre está en el toreo. Lo escribo extramuros de cualquier iglesia, pero con toda la fe en todos. ¡Ah!. Se me olvidó pedirle una cosa.
Oye. Padilla. Quién tiene el número de teléfono de Dios. Yo tengo uno de hace mucho tiempo. Lo tenía en una de esas agendas de papel que nadie usa ya. Si alguien lo tiene y tiene tratos con él, que le pida sólo una cosa, que a mí lo mismo no me hace caso. Con toda razón. Que le pida, por favor, que los que mueren ahora de golpe no sean sólo una estadística. Un alivio al colapso. Una cama que se vacía para ser llenada.
Mañana se lo digo. Mañana sigue la fe.
(De fondo: los ecos de las ovaciones de las gentes en los balcones a las 20.00 h. Lo estamos bordando esta feria. Ya pronto salimos en hombros).
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