Diario del Estado de Alarma (Día 15): ‘Que viva la Guardia Civil’

Análisis de la situación nacional y de la Tauromaquia.



La peste no hace triaje. No elige o discrimina a la hora de quebrar vidas. Otra cosa es que todos seamos igual ante la peste, que no es cierto. Si algo estamos constatando, impávidos y en rebaño, es que el acceso a un test de Covid-19 es fácil para unos y absolutamente imposible para otros. Ayer falleció el Guardia Civil que descubrió y dirigió el foco de contaminación de Haro, en La Rioja. Para su “Descanse En Paz” se escribe este diario, que va de ellos. De la Guardia Civil, que podemos ver en tantos callejones de plazas de toros sin fuste pero con sabor a país. Educados, sencillos, amables. El estigma por ser Picoleto es uno de los más indignos presentes de este país. Guardias Civiles se la están jugando sin medios ahora por toda España. Incluso custodiando a autoridades que nada van a hacer por ellos, mientras ellos tienen el acceso poderoso al poder de un test Covid-19. ¡Viva la Guardia Civil!

     Nunca me sentiré mejor tratado que al ser llamado facha por este artículo. España es un país de conmigo o contra mí, como hace poco me dijo uno de los pocos hombres socialistas del PSOE que quedan en España, Fernández-Vara, presidente en Extremadura. Vara es a Sánchez lo que la verdad natural a la mentira útil. Hay en esa comparativa una forma de ver la vida sin trucos y por derecho. Un ejemplo. Los picoletos traían en mal vivir a El Pelos, Manuel Benítez El Cordobés. Iba el hombre por cerrados y corrales que no eran suyos, a hacer la luna o algo menos prosaico pero más útil como era el pescuezo de una gallina o un puñado de trigo o manzanas. El Pelos jamás habló mal de ese cuerpo. Él hacía su papel y ellos el suyo. No hay truco ni odio.

     Soy de esos españoles con memoria que se aferra al progreso como evolución sin odio, sin prejuicios y con una decente y cálida mirada hacia el pasado. Donde hay de todo, pero donde, sobre todo, hay los tiempos que nos tocó vivir. Los que hoy apenas se afeitan, las generaciones nuevas de las ciudades, dentro de unas décadas podrán decir que les tocó vivir este tiempo en el que torero, Guardia Civil, hombre de campo, arado si es que queda, caballo, vaca, tractor, helada, encina y trigo eran términos de certeza o posibilidad fascista o anti progresista. Pero dirán que por toda esa lista, salió vivo el país. Una España sensiblera e incapacitada para un Dos de Mayo hemos fabricado entre todos, allanando el camino a la peste. Pero España llama ahora a esas gentes, a sus valores y conciencia, a sus disciplinas. Y están. Escribí el otro día una gran realidad: España, cuando está, contesta y regresa.

     Hay un cuerpo de hombres que admiré cuando le pegaba al balón en una edad donde lo pisaba muy bien y lo roneaba mejor. El de los toreros. Los veía en el Gran Hotel de Salamanca y la estrella del balón más grande era un nada a su lado. Eran gente juramentada contra lo desleal, la falta de honor. Esta democracia ha maltratado a otro cuerpo juramentado, con su bandera, nuestra bandera, la bandera de los balcones, la Guardia Civil. Tan leales con lo que juran que son los españoles más sin derechos, los más estigmatizados, los más vejados a la que han de actuar por el bien de todos. Sucedió con “lo de Cataluña”. Esos chuflas incultos, catetos, pesebristas, populistas y delincuentes que satanizaron a la gentes del Cuerpo. Tan sin memoria. El General de la Benemérita, José Aranguren, sería fusilado por defender su juramento, que la hizo defender a Barcelona y a la República en la Guerra Civil.

     Sanitarios muriendo sin la más mínima protección, mientras la clase política se llena la boca de hablar de nuestro sistema sanitario. Hijos de su rechingada madre. No digan “sistema”, digan hombres y mujeres indefensos. Pomposidad al hablar de la grandeza de nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado que cobran un carajo al lado de un ‘mosso’ de Torra. Y que andan como andan ahora. Porque, termino como comencé, cuando acabe esta peste, nos tendrán que explicar qué es eso de la igualdad en democracia. La señora Calvo, otros tantos políticos y muchos que pisan o pernoctan en La Moncloa, tienen raudo acceso a un test o a una máscara. Se publican sus positivos, pero no los de la gente que los guarda y que los mantiene seguros. Y que no tienen ni el más digno medio para prevenir su contagio. Y, sin embargo, ahí está el Cuerpo. Firme. Callado. Sin protestar porque no tienen ni derecho a hacerlo. Gran democracia la del progresismo de estos tiempos de guerra.

                            P.D. Una vez más, que Viva la Guardia Civil.

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