Diario del Estado de Alarma (Día 16): ‘Arquitectura de la mentira’
Análisis de la situación nacional y de la Tauromaquia.
Existe una arquitectura de la mentira. Una mentira dicha sin estrategia estructural es sólo una mentira a secas. Mentir argumentando la mentira tras un proceso de arquitectura argumental es más que mentir, es traición. El toreo está exento de mentiras y, si la hubiera, nacerá siempre de la impotencia del valor. E incluso dentro de esa impotencia que parece huir del riesgo, el toro te pega una cornada. Mentir a los españoles como se nos está mintiendo una y otra vez en una impecable arquitectura de la política es traición. Porque, mientras el país aguanta la cornada con torniquete y sin quirófano, no escuchamos ni una sola autocrítica, ni una sola reflexión. En esas ruedas de prensa en diferido de nuestro Churchill a todos los españoles, sólo escuchamos la arquitectura de una mentira. Que consiste en robar a la verdad su parte clave.
Torear de verdad o con verdad no es la razón del toreo, porque en el toreo todo es mentira desde que capote y muleta se llaman engaños. Sólo en el toreo se da esa paradoja, que la verdad más descarnada nace del engaño. Porque hay que engañar, sortear, burlar a la muerte de la cornada con la mayor gracia, el mayor arte posible. No hay otro arte igual. Sólo cuando se usa el engaño para engañar a alguien más que a la cornada, se miente. Se miente, pero, incluso en ese ‘alivio’ de este lado de la raya de riesgo, existe la cornada. Eso es el toreo, el arte y la vida en la que jamás podrá haber una arquitectura de la mentira. En el toreo, no se puede mentir quitándole a la verdad la parte fundamental. Eso es cada día y cada rueda de prensa de estos días de peste desde Gobierno.
Que Irene Montero, ministra de los españoles, diga que el 8M hicieron lo que les dijo la ‘autoridad sanitaria’ es una mentira brutal que sólo un país de mentira admite
La verdad. Nadie fabricó, se trajo, infectó a nadie con esta peste. Nadie es culpable de ella ni se culpa a nadie por ella. Se sorteó el bicho y se enlotó al azar de la vida. Pero venía pregonao. La OMS, los científicos españoles e internacionales avisaron desde mucho tiempo hasta el mismo día 7 de marzo de que la peste obligaba a suspender todo lo que no fuera unidad. Uno sólo. Que Irene Montero, ministra de los españoles, diga que el 8M hicieron lo que les dijo la ‘autoridad sanitaria’ es una mentira brutal que sólo un país de mentira admite. Es, además, una mentira de arquitectura, estudiada y estructurada, consensuada y, además, hecha pública en un formato de entrevista que no es tal. Hay tiempos de infamia incluso para esta profesión del alma que es el periodismo que ni la peste puede justificar.
Montero -y más gente- puso a la gente a torear un toro toreado. Un toro que ella sabía que estaba toreado, para salvar ese minuto de su gloria y su logro contra el patriarcado con la ley de sola y borracha. Esa es una verdad tan innegable como una traición decir que es mentira. Entre que nadie es culpable del bicho y que éste estaba avisado y demandaba estarse quietos en casa, hay un trecho. Ese trecho es la pieza clave de la verdad y es la que nos roban cada vez que hablan las mentitas estructuradas.
Nadie es responsable de los 50.000 test inservibles, el culpable es el mercado saturado. Ah. Pésimo toreo de salón
En esas ruedas de prensa, que se llaman así, pero que es un nuevo formato de propagar la arquitectura de la mentira, hay un hombre que insiste en citarse a sí mismo. Una y otra vez. Preguntado por dos más dos resulta ser que ‘como ya he dicho antes’ dos más dos no importa. Esa insistencia feroz de comenzar la respuesta con el soniquete del ‘antes’ es una estructura goebbeliana vieja, que consiste en hablar en círculos sin decir nada más que tres o cuatro mensajes sobre la unidad, el sacrificio, la gravedad de las cosas. Pero si a esos mensajes se les roba la pieza clave de la verdad, se nos está mintiendo. Nadie es responsable de los 50.000 test inservibles, el culpable es el mercado saturado. Ah. Pésimo toreo de salón.
Porque hasta torear de salón es verdad si el alma va por delante. Uno ve a algunos toreros torear de salón y no se lo cree, porque no hay alma. Hay una sobreactuación de un mimetismo, de una reiteración. Escondido en una voz que trata de excluir el regaño de su pueblo, como si se tratara de un adolescente pillado mangando chocolate, nuestro Churchill nos manda a la trincheras robando a cada verdad su pieza clave en una construcción de los hechos que jamás lo fueron. De la rosa, nos da las hojas con sus espinas. Mark Twain dijo que hay tres clases de mentiras. Las mentiras, las malditas mentiras y las estadísticas. De estas, hablaremos mañana.
PS. Vamos a echarle huevos.
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