Diario del Estado de Alarma (Día 5) Un perro de caza sin nada que cazar

Análisis de la situación nacional y de la Tauromaquia



Las Universidades de periodismo no enseñan esto. Quizá enseñen escaso, pero menos enseñan hacer periodismo sin noticias. Es como hacer magia sin chistera o baraja. Un toro a puesta cerrada, pero al revés, con el torero de luces en el tendido. Y ahora que hacemos. Los que nos dedicamos a esto. Cada llamada es un llanto o una sesión de pseudo psiquiatría por el bicho. Hay que tener tanta imaginación como ganas de trabajar cuando vives algo para lo que uno no está aprendido. Somos un perro de caza con la caza extinta y el olfato hiper activo. Los periodistas de ahora, los que no son  de este contenido, pues andan a lo suyo: entretener. Van a bancadas, hablan de todo porque saben de todo, puestos a derecha izquierda en plató y en ideología.

Hoy se llama periodismo a todo. Sobre todo al chou. Hay mucho chou sobre el coronavirus y mucho contenido sobreactuado y sobre dimensionado. Los de la Tauromaquia sólo podemos hacer o el Tancredo o publicar esas gotas residuales de la inacción. Pero ahí andamos, reinventándonos sin caer en la tentación de ser chou, de ser “periodismo bufanda” de plató en plató. Como si fueran intelectuales referentes hablan algunos en medios con la mitad de audiencia que este que lee. El que se declara ateo y de izquierdas lleva sin embargo un púlpito y una casulla en su kit de periodista itinerante inventor de la aspirina: sirve para todo y no vale para nada.

Considero al periodismo un algo noble, parte oficio, parte vocación. Un algo noble que no ha de ser objetivo en los tiempos donde la objetividad es mentira. Como leen. Lo dado como cierto, siendo fake o posverdad, es lo objetivo. Por ejemplo, me cuenta un ganadero histórico un contenido humano que jamás será noticia porque no es una objetividad, es sólo y sobe todo, una historia humana. El periodismo era eso. Hoy es “objetividad”. Este ganadero manda al matadero los toros que tiene para los pueblos. Los precios andan por los suelos y hasta que se los lleven, darles de comer es muy costoso.

Hoy se llama periodismo a todo. Sobre todo al chou. Hay mucho chou sobre el coronavirus. Los de la Tauromaquia sólo podemos hacer o el Tancredo o publicar esas gotas residuales de la inacción. Pero ahí andamos, reinventándonos

Que me arruine por alimentar al toro que va para el toreo es de idiotas, pero imagina que me arruine por sostener al toro de la calle”. Y los de la plaza, los tiene allí donde haya hierba porque el decreto de Pedro Pálido Sánchez nunca le va a llegar. El que monta festejos en los pueblos, uno de ellos, me cuenta otra historia subjetiva, claro, humana. “Tengo miedo de que cuando esto eche a caminar los festejos de las grandes ciudades nos devoren”. Un miedo tan grandioso como razonable. El periodismo antes los acogía en su seno. Hoy sus historias no sirven para el chou. Hacen llorar, pensar, meditar. Desubican. El periodismo de hoy es la política de hoy: mi argumento o idea o ideología o principios lo es porque es absolutamente contrario al tuyo. Mi titular es más periodismo porque jamás coincidirá con el tuyo.

Desde hace tiempo, el periodismo de esta especialidad o contenido, el taurino, habita en la habitación de menosprecio. No fue siempre así. Hubo un tiempo en los que los narradores y cronistas taurinos, los periodistas de este contenido, eran gente y mucha gente dentro del mundo del periodismo y de la sociedad. Cañabate, Corrochano, Clarito, Vidal, Zabala, entre otros muchos. Lo cierto es que eran gente ilustrada cuestionada o valorada dentro el ecosistema de su época, la de un periodismo ilustrado. Hoy hay grandes periodistas taurinos, muy buenos. Si doy nombres pueden enfadarse los que no considero tan grandes. Señalo algunos. Los programas de TV de Castilla La Mancha, de Canal Sur, de TVE, tienen muy buenos periodistas. Trabajos como el de Zabala de la Serna en El Mundo, diario generalista y amigo como ABC, es de suma cum laude. Barquerito, Arruego,…

Desde hace tiempo, el periodismo de esta especialidad o contenido, el taurino, habita en la habitación de menosprecio. No fue siempre así. Hubo un tiempo en los que los narradores y cronistas taurinos eran gente dentro del mundo del periodismo y la sociedad.

En los medios taurinos, lo de Aplausos es para enmarcar, lo de 6Toros6, los de todos, porque este contenido jamás ha contado con un euro de la publicidad institucional y casi todos dan pérdidas o pasan fatigas. Y ahora, el mérito es horrible. Ahora sin grandes ferias, sin contenidos llamativos, nos reinventamos con los medios que hay, que son los que hay. Invitaría a jornadas de puertas abiertas en mundotoro, pero no es posible ahora. Bueno, será más tarde. Porque en el fondo cada página de cada información en cualquier medio que sea de contenido taurino es de chapeau. Hay muy buenos periodistas, ilustrados, que habrían crecido mucho en cualquier otra especialidad y sin embargo, se dedicaron a ésta. De menos progresión, mal tratada y sin embargo, tantas veces mas ilustrada, culta y útil que cualquier otra. Eso va por ellos. Porque también el coronavirus mata cuando reinventarse es la única solución porque es obligada.

Siento a veces ese profundo desencuentro que hay, esa especie de tajo o barrera que hay entre los toreros de arriba y los medios, sobre todo los de esta especialidad. Les cuesta exponerse en ellos. O torean o no están. Prefieren los otros, los de chou. Bien. Cuando pase todo esto, los del chou comenzarán con la serpiente del verano del animalismo y esas cosas de la prohibición con expertos paladines del bienestar animal y serán tratados como vulgares maltratadores. Saldremos a dar la cara por ellos. Por el toreo.

Libros recomendados prometidos: Los enanos se mueren de madrugada. De un servidor, por supuesto. Nada que envidiar a nadie. El Hilo del Toreo, de Pepe Alameda. Balas de Plata de Elmer Mendoza. La paz de los sepulcros, de Jorge Volpi.

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