Diario del Estado de Alarma (Día 2) Prohibido pasear toros bravos

Análisis de la situación nacional y de la Tauromaquia



Para salvar al ser humano de esta peste el Decreto decreta dejar de actuar como humanos. Tiempos en los que por salud se prohíben los abrazos, los encuentros, las manos entrelazadas, las miradas de cerca. Así sea, para ser buenos ciudadanos, civilizados. Quedarse en casa y dejar a las calles a la intemperie de las palomas que son plaga (¿de que van vivir las palomas sin terrazas de aperitivos ?) es una urgencia y una necesidad que no solo hay que cumplirla, sino que hay que exigir al otro que la cumpla porque los sanitarios ya no dan más de si.

En el campo bravo el toro sigue comiendo y el vaquero dando de comer. El Decreto no decreta nada al respecto. Porque el toro bravo y la vaca y el becerro nunca entran en un Decreto. Jamás decretaron nada que no fuera prohibirnos. ¿Por qué ahora debemos tener tanto miedo, amigos?.  En el campo, el abuelo de mi amigo José sigue saliendo a quitar la mala hierba. Tampoco entra en el Decreto. La ciudad es la que es decretada. Sólo ella y sólo los apéndices de negocio de las ciudades, el otro masificado que llamamos playa a donde han corrido a gorrazos las policías a los madrileños irresponsables. Pero podíamos aprovechar que Madrid y las ciudades están vacías para pensar dos cosas.

Se habla del cine, del teatro, pobres bares, que van a hacer sin actividad unos y otros… menos la gente del toro

Una, que en este apocalipsis de la peste nadie excepto nosotros habla de nosotros. Los lamentos nuestros no tienen otra frontera social ni otro alcance que la  de nuestra propia cuarentena comunicativa. Que dura ya muchas décadas. Se habla del cine, del teatro, pobres bares, que van a hacer sin actividad unos y otros… menos la gente del toro. Nosotros saldremos adelante los primeros porque tenemos la experiencia de una cuarentena inhumana, injusta, sectaria. La  cuarentena política que nos hace no existir para esta progresía, para los medios de comunicación generalistas, para las medidas económicas que vengan.

La otra cosa que pienso y que invito a pensar forma parte de lo mismo. El Decreto que decreta dice que se puede salir a pasear a un perro.  A una mascota. Está prohibido pasear a un niño. Perro si. Niño no. Lean, ahora que hay tiempo de más. Lean. A veces es bueno reaprender a leer. Yo trataré de que mis hijos vuelvan a aprender a leer pero está el asunto difícil, hasta en casa  y hasta incluso ahora, me hablan por guasap. Pero lean el Decreto que decreta que dice que se puede pasear una mascota pero no al niño en su carro de bebé, o al niño que gatea o al que camina con los pasos apenas firmes de un becerro recién parido.

La peste que nos mata y nos reduce y nos aísla es la peste que reaccionó contra lo no natural.  La peste cuyo antídoto de  lucha  nos exige no actuar como no humanos y aislarnos en la copa del árbol por miedo a la fiera, pudiera ser una reacción de lo natural humano. Reacción contra esa mega, hiper ciudad, contra tanto asfalto y metro cuadrado de masificación, contra las viviendas pared con pared y techo con suelo hacia los cielos que ya no son azules. El mundo quizá no fue hecho para esto y reacciona. Contra una única forma de vivir, contra una sola verdad, una sola cultura, un único mensaje

Nosotros saldremos adelante los primeros porque tenemos la experiencia de una cuarentena inhumana, injusta, sectaria. La  cuarentena política que nos hace no existir para esta progresía

Para el campo no hay Decreto. Se seguirá dando de comer al toro bravo, al que, por supuesto, está prohibido sacar de paseo. Es una ironía absurda, claro. El toro bravo pasea libre.  Siempre. Es el único ser vivo cuidado por el humano que ahora, en estos tiempos, pasea libre. Es el puto rey al que Pablo Iglesias y demás progresías que decretan nuestra muerte no les llega ni a la altura de su cagada natural y reciclable. El campo bravo trabaja estos días de peste  porque la natural relación entre hombre y animal no tiene peste. La peste de ciudad grande de relaciones inhumanas que se cura, paradoja, prohibiendo los gestos mas naturales del ser humano: el abrazo, el beso.

Os dejo. Por la ventana, mirando a este Madrid fantasma, veo una escena de amor contemporánea.  Un hombre pasea a tres perros que permite el decreto. ¿Llevará miguitas de pan a las palomas?  

Mañana, más, con o sin peste encima.



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