Tras pasear las dos orejas del tercero, Roca Rey explicaba sus sensaciones vividas a los micrófonos del canal Toros: "Estoy contento por esta faena. Veía imposible cortarle dos orejas a un toro en Sevilla. Veía que los toros no embestían y que yo no entraba en esta plaza. Pero este toro se ha movido, aunque ha tenido fiereza. He podido exponer y disfrutarlo al mismo tiempo. Había aire y eso lo complicaba todo, pero he toreado por momentos como yo quiero".
Pocas artes encierran tantas supersticiones y manías como el toreo. Los toreros se aferran a imágenes y símbolos buscando protección y suerte. Cristos, Vírgenes o símbolos más laicos, como simples ajos o monedas, han acompañado desde siempre a quienes se juegan la vida en la plaza. Aun así, muchas veces ni el más sagrado de los iconos ha podido terciar para salvar la vida del torero. Y en muchas de las ocasiones que el albero se ha teñido de sangre humana, algo extraño ha precedido al momento fatal. Algo que la gente del mundillo taurino ha tachado de inexplicable, de anómalo e incluso de maldito. Dicen los entendidos que el torero nace, no se hace. En un arte tan antiguo, en el que el hombre se juega la vida frente a una bestia, la buena o la mala suerte, la fe y la superstición desempeñan papeles decisivos, tan importantes como la destreza del matador. El fervor es tal que desde siempre las estampas e imágenes religiosas han acompañado al matador, incluso en el trascurso de
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