TENTADERO EN LOS ANDES

La hacienda "Yanayacu" está a 3.800  metros de altura en la serranía ecuatoriana.



     En el cantón Píllaro de la provincia de Tungurahua, en el corazón de los Andes ecuatorianos, se encuentra un lugar mágico por su hermosos paisajes y su riquza en vegetacíon. Es la elevación de Cerro Hermoso en donde pastan casi a 3.800 metros de altura, los toros y las vacas de la ganadería de Patricio Fernández Cobo, novillero ecuatoriano, quien junto a su hermano Carlos han decidido seguir con las tradiciones de su familia en la crianza del toro de lidia. Esta ganadería tiene dos puntas, la una que lleva el mismo nombren de la elevación Cerro Hermoso, cuya reses tienen fuente de la ganadería de Huagr5ahuasi, que a su vez tiene procedencia de Juan Pedro Domecq y Jandilla; y la otra, que lleva denominación de Yanayacu con procedencia de la ganadería de Rumiquincha que tiene ascendencia de Baltasar Iban y Jandilla. Sin embargo, el que se haya logrado registrar en dicho ganado un sello particular hasido fruto de los esfuerzos de Patricia y Carlos a través de un minucioso proceso de selección y el dedicado cuidado que dan a sus reses.

     En la hacienda que lleva el nombre de uno de los hierros Yanayacu, tentó el matador de toros español José Garrido después de triunfar en la feria de Ambato y de haber dejado muy buenas sensaciones para los aficionados en su primer paso por tierras ecuatorianas.

     Fueron cinco las vacas reseñadas para la tarde de las cuales se encargaron de demostrar lo que a lo largo de un poco más de tres años los ganaderos vienen buscando para su ganadería, la clase y calidad del ganado.

     José Garrido disfrutó especialmente con la becerra número 328,  "Forraleja", con el hierro  de Cerro Hermoso, que presentó buen fondo y clase para que el torero pudiera acloparse a ella y torearla agusto con la mano Izquierda.

     De igual forma, el joven ganadero y novillero ecuatoriano Patricio Fernández Cobo,  con un gusto particular dejó ver buenos detalles ante la embestida de una vaca colorada del hierro de Yanayacu que presentó un poco más de exigencia pero que fue bien entendida por su lidiador.

     Fue una tarde importante para disfrutar del toro tanto en el campo como en el ruedo y para notar las buenas habilidades del matador para entender a las becerras y el gusto que le ponen los ganaderos en la constante búsqueda de la calidad en la embestida como conocedores de las necesidades de la tauromaquia.



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