Un ciclón llamado Padilla (25 años como matador de toros)(reportaje)
25 años de alternativa, deja los ruedos en uno de sus mejor momentos y reconocido por la afición de toda España. La temporada de la despedida no ha podido sr más triunfal para el torero, un ciclón nacido en Jerez que revivió con fuerzas increíbles tras una trágica tarde en Zaragoza en 2011. Como ha dicho el torero, "nunca está nada perdido. El hombre, con esfuerzo, fe, tenacidad y voluntad todo lo puede conseguir". Y Padilla lo consiguio con cruces.
El toreo entero se volcó aquel 4 de marzo de 2011, cuando Padilla, de verde botella y oro su vestido, reapareció en Olivenza, que le recibió de una forma verdaderamente clamorosa. Y es que volver a los ruedos después del drama de Zaragoza no era precisamente una anécdota. Como en los años posteriores se comprobó, se abría una etapa verdaderamente épica. Hay que reconocer que Padilla volvió tal como había sido siempre, con sus largas de rodilla, sus pares de banderillas y todo su repertorio con la muleta.
Parecía
que quedaba muy aquella feria del Pilar de 2011, cuando en realidad era
cosa de unos meses. Fue en el cuarto de la tarde, a la salida de un
par de banderillas cuando el toro de Ana Romero --con muchos problemas,
como todos sus hermanos-- le derribó y en el suelo le tiró un derrote
seco que penetró por detrás del oído y causó gravísimas lesiones. Tan
graves que ese gran cirujano taurino que es el Dr. Valcarreres lo
transfirió de inmediato al Hospital Miguel Servet, después de haberlo
estabilizado: la naturaleza de las lesiones exigían unos medios que sólo
en un gran centro hospitalario están disponibles.
Una
escena durísima, hay que decirlo con todas las letras. De hecho, dede
el primer omento se veía a los profesionales absolutamente desolados,
pero con la hombría necesaria para seguir en la lidia. Y la impresión
subió de tono cuando desde la Enfermería llegó la noticia de que se
trataba de “una herida escandalosa en todos los sentidos De pronóstico
de muy grave”. El por asta de toro que había producido un grave
traumatismo maxilofacial con lesión del aparato auditivo y ojo
izquierdo.
Acaba
de anunciar su retirada para la próxima temporada de 2018, después de
25 años como matador de toros y casi 30 metido en esta dura lucha. Llega
a ese momento como líder del escalafón de matadores de toros y después
de unas temporadas en las que siempre estuvo por los primeros puestos,
tras la gravísima cornada de Zaragoza en 2011. En ejemplo de esfuerzo y
entrega en los ruedos, cuando lo que tocaban eran las corridas duras,
pero también luego cuando iba más al resguardo de la mano de la Casa
Matilla. En el año de la despedida podrá recoger todo lo que ha dejado
sembrado, en las plazas de primer orden como en las demás.
A
Zaragoza había llegado en aquel 2011 tras haber saldado la cuenta
pendiente que tenía con la afición de Madrid, después de unos
malentendidos. La de Zaragoza era la el paseíllo número 37 del año. Pero
parece como si el Dr, Valcarreres, y todos los médicos que luego le
atendieron, en media de aquella tragedia insuflaron a Padilla un nuevo
impulso. El Padilla que renació en Olivenza realmente abrió una nueva
etapa en su carrera como matador de toros.
La
estadística no deja lugar a dudas. Desde aquel marzo de 2012 de la
reaparición a este 14 de octubre en Zaragoza del adiós, esto es: en
siete temporadas, la nueva era la componen en Europa en un total de 410
corridas de toros en su historial, que le permitieron figurar siempre
entre el TOP 10 de los matadores de toros, superando con creces la
frontera de las 1.200 tardes durante todo su paso por los ruedos.
En
su trayectoria hay muchos momentos cumbres. Desde el indulto en 2001 y
en Jerez de “Inglesito” --con el hierro de Torrealta--, hasta el de
“Sonajero” --de la ganadería de Villa Carmela”-- en la Monumental México
en 2014, sin olvidar, claro está, al victorino “Muroalto” en San
Sebastián en 2005, o la gesta de los 6 de Miura que lidió en solitario
en Bilbao en 2001. Se marchará habiendo abierto todas las Puertas
Grandes relevantes del toreo; la única excepción ha sido Madrid, donde
se le respetó.
30
años en los ruedos, desde su primer paseíllo en 1989. Alternativado en
Algeciras en 1994 con toros de Miura, doctorado que confirmó en Madrid
en la temporada siguiente, durante todo siglo XXI ha caminado al alza,
toda su trayectoria resultó ascendente por el esfuerzo propio, pese a
cornadas tan graves como las de Pamplona (2001) o Zaragoza (2011) y a la
travesía del desierto que vivió en las primeras temporadas. Pero ha
sido un camino duro, con 39 percances de importancia, en el que nunca se
dejó llevar por un desmayo.
En
pleno apogeo, decidió dejarlo, como anunció al acabar la temporada de
2017, después de 25 años como matador de toros y casi 30 metido en esta
dura lucha. Pero se iba siendo un ejemplo de esfuerzo y entrega en los
ruedos, cuando lo que tocaban eran las corridas duras, pero también
luego cuando iba más al resguardo de la mano de la Casa Matilla.
En
el año de la despedida ha recogido plaza por plaza todo lo que en este
cuarto de siglo había dejado sembrado, en las plazas de primer orden
como en todas las demás. Y va como los grandes, con esa vitola épica de
quien ha sabido amar y honrar a su oficio.
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