Primer encierro de San Fermín 2018, un herido y tres contusionados en una multitudinaria carrera

Los toros de la ganadería Puerto de San Lorenzo han cumplido de forma veloz un recorrido sobre suelo mojado.

 

 

Multitudinario, como todos los 7 de julio, rápido, veloz (dos minutos y treinta y siete segundos), plagado de sustos, empujones y caídas y con un balance provisional de un herido por asta de toro y tres contusionados ha sido el primer encierro de este San Fermín 2018 de los toros de Puerto de San Lorenzo, que se ha desarrollado con el suelo mojado, tras la lluvia caída a la amanecida, lo que ha añadido peligrosidad a la carrera. La experiencia es un grado; que se lo pregunten, si no, a los cabestros. Conocedores de la bulla de cada año, optaron por encabezar el desfile en cuanto sonó el cohete y se abrieron las puertas.

Enfilaron la Cuesta de Santo Domingo como almas que lleva el diablo, con el ánimo, sin duda, de salir cuanto antes del atolladero de humanos de blanco y rojo que impiden el paso, los tocan y molestan en su recorrido. Y corrieron a tal velocidad que la manada se rompió pronto, propiciada por los resbalones ocasionados por el agua caída minutos antes. Así, dos toros negros cayeron antes de alcanzar la plaza del Ayuntamiento, quedaron desgajados de la manada, solos y desamparados, asustados ante la pérdida de sus hermanos, y dispuestos, también, a vender cara su soledad.


La cabeza de carrera seguía, mientras tanto, su escalada hacia esa meta final de la plaza. Tres cabestros fueron los primeros que alcanzaron la curva de Mercaderes, uno de ellos fue el único que perdió pie junto a los tablones y todos ellos, junto a cuatro toros, enfilaron la calle Estafeta, tomado por una muchedumbre de mozos, empeñados en hacer historia personal y salir indemnes de la heroicidad.
Ese tramo de 306 metros de recta calzada quedó convertido en una bulla en la que se mezclaron los apretones contra esas paredes que parecen ceder ante la fuerza descomunal que produce el miedo, las caídas, algún pequeño montón, empujones, y ese pitón que roza una camisa por la espalda y un frío desconocido recorre el cuerpo entero de ese corredor que se inicia en la experiencia…
Pero, así, sin aparentes graves incidencias, los cabestros —siempre los cabestros en cabeza de la carrera— llegan al tramo de Telefónica, plagado también de corredores y curiosos, enfilan la entrada al callejón, donde se produce un montón que pronto se deshace, y aparece el ruedo como si fuera una dehesa color albero. Es ahí, en el acceso a la arena, donde un toro, ese que ha venido pegado a los primeros cabestros todo el recorrido, hace un esfuerzo final, y gana la carrera en dos minutos y treinta segundos.
Cuando los primeros respiraban ya en los corrales, aparecieron aquellos dos toros que quedaron rezagados en la Cuesta de Santo Domingo y que, a duras penas, han llegado a la plaza. El feliz encuentro con sus hermanos perdidos y hallados en los corrales es indescriptible por desconocido, pero imaginarse puede.
Era la segunda vez que los toros de Puerto de San Lorenzo corrían el encierro (se estrenaron en 2017) y la experiencia, como la de los cabestros, la guardarán para el año que viene.

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