Especial vacaciones. Siete dias siete reportajes/entrevista (De "Tauromaquia", "toreo" y "Fiesta Nacional") (Reportaje)6/7
Muchas veces nos preguntamos si es o no acertada la elección de una palabra para definir una determinada cosa, actividad, etc. En infinidad de ocasiones es la costumbre la que nos lleva a emplear un concepto; otras son las modas; y, algunas, el resultado de un meditado análisis. En el caso que tratamos hoy, el diccionario de la RAE nos dice que “Tauromaquia” es el arte de lidiar toros, tanto a pie como a caballo; y en 2ª acepción se refiere a la obra artística o libros que tratan sobre tauromaquia. El origen griego del nombre define claramente su significado primigenio: Tauromachía, de 'toro' y machía 'lucha'. “Toros” y “lucha”, compuesto que nos induce a pensar que el nombre se refiere a TODAS las artes en las que el toro y el hombre realizan su cometido. El de atacar el toro y de sortear el hombre los embates del animal.
Vistas estas definiciones y centrándonos en la primera de ellas para ir atando cabos, nos encontramos de momento una duda a aclarar: ¿Qué es lidiar toros? Podemos generalizar, como de hecho se ha realizado en los últimos 10 siglos, y considerar que son tauromaquia todos los “juegos” del hombre con el toro. Así, lo son los festejos populares, las capeas, las “pegas” de los forçados, los recortes, la tienta a campo abierto, las corridas de rejones y otras múltiples suertes del toreo a pie: salto de la garrocha, banderillas, suerte de varas, toreo de capote, toreo de muleta, suerte de matar…
Pienso que lo expuesto hasta ahora parecerá razonable a todo el mundo taurino. Y, sin embargo, la moda actual va tergiversando, cuando no anulando, gran parte del significado ecléctico del nombre femenino: “Tauromaquia”. Ya es “tauromaquia” todo lo que se refiere a la corrida de toros e, incluso, a los toreros. De éstos último se dice que expresan su “tauromaquia” donde, a mi manera de ver, deberían decir su "toreo". Hoy la corrida se define como “tauromaquia”, disminuyendo así su significado que engloba a TODAS las artes de juego y lucha del hombre con el toro.
Pienso que es una moda impuesta por los peroradores de la televisión taurina, a la que se han apuntado un sinfín de forofos que, presumo, piensan que el nombre es más rimbombante y culto que los que se vienen usando en los últimos 200 años: “El toreo”, “los toros”, “la fiesta”, “las corridas”.
A excepción de los libros que explican el mundo del toro y de aquellos otros que recopilan imágenes de lances taurinos (que suelen estar acompañados de textos explicativos de las mismas) es raro encontrar la palabra “tauromaquia” en antiguos libros, revistas, crónicas y artículos que traten sobre el toreo. De los primeros recordamos los dos más significativos. El atribuido a “Pepe Hillo” denominado: "La Tauromaquia o arte de torear”, escrito en 1793 y publicado e 1796, y “Tauromaquia completa" de Francisco Montes “Paquiro”, de 1836. También es aplicado el nombre a las escuelas en las que se enseña el arte del toreo, y cuya primera oficial fue la Escuela de Tauromaquia de Sevilla, fundada en mayo de 1830 durante el reinado de Fernando VII gracias a las buenas artes del Conde de la Estrella, y que fue dirigida por Pedro Romero tras sustituir a Jerónimo José Cándido porque el gran torero rondeño reclamó su antigüedad. Curioso resulta que entonces tenía 76 años.
Quizás el uso más generalizado del nombre “Tauromaquia” sea el de las series de grabados taurinos y obras de diversos tipos de pintura en general. El primer conjunto de grabados así llamado fue el que realizó el pintor salmantino Antonio Carnicero durante la última década del siglo XVIII, de 1790 a 1795. Se trata de 12 grabados más portada que fueron apareciendo en el mercado poco a poco. Por su parte, el suizo Enmanuel Witz realizó un conjunto de 26 aguadas taurinas con anterioridad, sobre 1756, con textos explicativos de suertes y actores de los festejos taurinos, que fueron editados posteriormente a finales del siglo XX como “Tauromaquia de Enmanuel Witz”. Y, como no, la emblemática “Tauromaquia de Goya” de 1816, con sus 33 aguafuertes. Y además la de Lake Price, de 1852; la de… Un sinfín de pinturas taurinas que se realizaron en diversos tipos de grabados para poder ofrecer a buen número de aficionados una obra de interés. La mayoría de las colecciones de grabados taurinos aparecen con la denominación de “Tauromaquia”.
Mi peculiar curiosidad sobre el mundo de la cultura taurina, afición con la que me deleito en el coleccionismo de grabados taurinos, así como el amor que tengo a la bibliofilia y revistas taurinas me han permitidon ahondar en todo ese material para comprobar que la utilización de la palabra “Tauromaquia” ha empezado a utilizarse con profusión sólo a partir de principios del siglo XX. Pueden ustedes leer dos años completos de una revista taurina del siglo pasado o del XIX, y es posible que no encuentren la citada palabra si no es referida a escuelas, grabados, pintura o textos de enseñanza sobre el toreo. Esa es la realidad.
Me he permitido la curiosidad de leer varios años de “La Lidia”, "Sol y Sombra”, “El eco taurino” y “El Ruedo”. En todas estas revistas se nombran nuestros juegos con el toro con las palabras ya reseñadas: el toreo, los toros, la corrida o la Fiesta, no con el de Tauromaquia. ¿Qué ha pasado en los cuatro últimos lustros para que todo haya cambiado?
A principios del siglo XXI, un venezolano español, abogado, que fuera torero en sus tiempos con el apodo de “El Torbellino”, D. Williams Cárdenas Rubio, atisbó un futuro incierto para la Fiesta y se propuso comenzar una lucha para procurar su defensa y respeto, considerando que lo mejor para ello sería conseguir que fuese considerada como Patrimonio Cultural Inmaterial por la Unesco. Creador y secretario general de la Asociación Taurina Parlamentaria, iniciada a finales del siglo XX y presidida por Miguel Cid Cebrián. Con este ente se propuso el objetivo de blindar nuestra Fiesta. Pero más allá de unas importantes actuaciones que la defendieron en el ámbito del Parlamento Europeo, en 2003 decidió dar otro giro para moverse con mayor libertad. Fundó la Asociación Internacional de Tauromaquia, que él mismo preside. Con ella ha conseguido, calladamente, concienciar a la mayoría de las asociaciones taurinas españolas en el empeño de que la Tauromaquia sea nombrada por la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial. Para ello se trasladó a muchas localidades españolas y americanas para ayudar a los aficionados a presentar en sus ayuntamientos solicitudes con las que los festejos populares de cada una de ellas fueran preservados por su interés cultural. Fueron cientos de localidades las que consiguieron dichas nominaciones y también varias comunidades autónomas; siempre bajo la denominación de “Tauromaquia”, pues son los festejos populares los que aportaron mayor fuerza a los argumentos que ante los plenos de los ayuntamientos se presentaron para conseguir el objetivo de su protección. Por ello la palabra Tauromaquia comenzó a ser tan utilizada, a mi entender. Y ese uso era absolutamente correcto, pues se trataba de proteger no sólo las corridas de toros sino también los más de 14.000 festejos populares que se celebran en España cada año y que conforman la Tauromaquia ecléctica.
Recuérdese que la Iniciativa Legislativa Popular que consiguió 590.000 firmas reclamaba la declaración de los toros como Bien de Interés Cultural, y que ya en la preparación de su presentación a las Cortes y tras varias consultas con expertos entre los que se encontraban nuestro amigo Williams Cárdenas y un servidor, se solicitó de la Mesa del Ministerio de Cultura, al que había pasado a depender la Fiesta, que se tramitara como solicitud de Patrimonio Cultural Inmaterial, muy diferente a la de Bien de Interés Cultural, y que se nominara “Tauromaquia”, en lugar de “Los toros”. El grupo del PP en las Cortes así lo hizo y de esa ILP cambiada de definición se derivó la Ley 18/2013 que dice que: “La Tauromaquia es Patrimonio Cultural Inmaterial de los españoles”.
Creo que esa utilización continuada de la palabra Tauromaquia durante estos años es la que ha determinado un uso excesivo de la misma, desvirtuado e inadecuado en muchas ocasiones. Es inocua la insistencia en la corrección de este significado tan arraigado ya en la mayoría de la afición actual, pero era mi parecer puntualizarlo por considerar que de esta digresión puede derivarse algún tipo de enseñanza sobre el tema.
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