MADRID

UNA CUESTIÓN DE ACTITUD


    Cuando el  ganado limita tanto las opciones de triunfo.  Como sucedió este domingo en Las Ventas, la actitud de los novilleros juega un papel predominante. Por eso gustó la sobria elegancia del debutante Mario Sotos, que a pesar de la cara alta y el mal estilo de su primero, no perdió la compostura y apostó por un toreo suave, vertical y reposado, de bonito dibujo cuando alcanzó el temple y mucho empaque en los detalles. Pero mejor impresión dejó aún con el cuarto, el más portable del encierro por fijo y noble, al que encajó varias buenas verónicas y despúes aprovechó bien en la muleta. Pero el escaso fondo del novillo apenas alcanzó para un par de series en las que, además del gusto, el conquense se implicó con ajustes, esas dos series de derechazos tuvieron desmayo y el torerísmo broche de unas trancheras con aroma. Despúes quiso, insistió, pero tampoco se puso pesado cuando el novillo no quiso más, por eso tras la buena estocada y la petición, dio una vuelta de peso.

    Como también lo tuvo la que dio Gerardo Rivera  en el quinto, un sobrero al que recibío a porta gayola -como lo hizo con el devuelto y el primero de su lote- y con el que se tuvo que emplear a fondo, pues su bruta emberstida exigió firmeza. Si bien tuvo la virtud del recorrido, la rectitud de los viajes con cara alta obligó al mexicano a recolocarse tras cada muletazo. Gerardo, ganó el sitio con más actitud que lucimiento, pero termino metiendo metiendo al manso en la muleta y le alcanzó para dejar una rotunda tanda de derechazos de buen corte. Además, un espadazo de premio le valió para pasear el anillo y llevarse el aprobado de Madrid, que además le vio apostar en un accidentado quite por saltilleras al cuarto, del que salió ileso, y dominando por abajo a un abanto primero, con el que dejó buenos momentos al natural y que se vino abajo cuando se vio podido. Además, tuvo el gesto de esperar la salida de José ruiz Muñoz, para acompañarle camino del túnel de cuadrillas después de una tarde poco afortunada, pues el viento le robó la confianza ante el tercero y la aspereza del sexto, a la defensiva despúes de un excesivo castigo en varas, le hizo tomar pronto una espada que se le atascó.


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