Asesinos de esperanzas
La pasada feria de Julio contó con un protagonista que no estaba anunciado en cartel alguno. Se llama Adrián Hinojosa, tiene 7 años y su vida está amenazada por una enfermedad rara conocida como Sarcoma de Swing con una incidencia de tres casos de menores de veinte años entre un millón. Adrián es uno de ellos. Su familia, humilde en lo económico y grande en lo humano, se ha lanzado a la calle para afrontar el coste en un centro extranjero especializado en la enfermedad. En este caso es el billete con destino a la última esperanza. El caso de Adrián ha calado en la sociedad valenciana que, a través de los medios de comunicación, sabe de su extrema situación, se identifica con dolencias y con lo que está pasando su familia. El mundo del toro tendrá muchas carencias, habría personas indeseables dentro de su peculiar fauna, como en cualquier campo de las relaciones humanas, pero no existe colectivo más solidario. Llamar a su puerta es encontrarse con un sí. El capote de los toreros no sólo esta para quitar en la arena los toros del peligro, si no para intentar paliar desgracias y la de Adrián, el niño aficionado que sueña con llegar a ser torero, es una de ellas. Durante la feria los diestros anunciados supieron más cosas de éste pequeño al que el tic tac del reloj le amenaza cada segundo que pasa en una acelerada cuenta atras. en las tardes valencianas de Julio pudo verse una pancarta en una naya en la que se leia "festival para Adrián", Roca Rey le hizo salir a la arena para cerrar en la vuelta al ruedo una nueva apoteosis. Era el contraste de ver juntos, con tan sólo doce años de diferencia, a quién tiene por delante una gloria reconquistada día a día y a quién ahora sólo aspira a sobrevivir. Al dia siguiente, David Mora, que tanto sabe como se conjura todos los tiempos del verbo sufrir, Miguel Ángel Perera, que como padre que se pone en la piel de la familia de Adrián, y López Simon, que es torero con una sensibilidad especial, le brindaron un toro. Además, David le hizo salir al ruedo para dar otra emotiva vuelta al ruedo. Con pasos fragiles, gafas de miopía prematura, gorrilla calada, piel teñida de una palidez inquietante y su sonrisa de niño enfermo. Adrián recogió las ovaciones de los tendidos imaginándose un día hacerlo vestido de torero. Quedaba un ultimo regalo: el brindis de su ídolo Rafaelillo y una nueva vuelta al redondel junto a un hombre especialmente concienciado con el caso al haber sufrido la pérdida la perdida de una hermana en la juventud en un contexto similar. De manera espontánea Rafa hizo un cambio con Adrián: el torero se puso la gorrita inseparable del niño y colocó al niño la montera del torero. Ese intercambio de símbolos en forma de tocado estaba lleno de significado. Adrián no tiene que buscar a sus héroes en unos cómics inventados, porque sabe que los suyos son de carne y hueso, se llaman toreros. Lo tiene claro, quiere llegar a ser uno de ellos, Cuando las fuerzas le dejan pide que alguien le embista para jugar al toro, apenas puede con el peso de la muleta que le regaló El Juli y cuenta los días para entrar en la escuela Taurina. Antes le guardan las citas en los hospitales. De manera inconsciente se agarra a la vida como si de un estaquillador se tratara.
Mientras esto sucedía en los días de toros, en el exterior de la plaza un grupo protegido por las fuerzas de seguridad, se había tirado dos horas gritando asesinos a los toreros y por extensión a los espectadores. También a Adrián y a su padre. Esos mal llamados animalistas que van en contra de la propia naturaleza de tantos animales, podrían haber entregado parte de los recibido por estar ahí para el niño al que la vida le amenazo con impedirle llegar a la adolescencia. También esas multinacionales tan enriquecidas por la artificial industria de las mascotas que financian a estos coros de la ira podían destinar parte de la guerra de guerrillas anti taurinas para intentar salvar a Adrián y a tantos niños atrapados en situaciones similares. A lo peor no lo hacen porque Adrián habla y no ladra. Si los sirios que huyen del infierno de su país hacia europa ladraran en lugar de hablar ya estarían todos acogidos en esta sociedad del confort animal. Esos asesinos que visten de lucesse han identificado tanto con el drama de Adrián que ya está avanzándose para celebrar en Octubre un gran festival, con Ponce a la cabeza de su organización, para que el viaje a la esperanza nos devuelva limpio del mal al niño que daba vueltas al ruedo y recibía brindis de amor de sus superhéroes.
Hace unos días Informe Semanal emitió un reportaje titulado "Los clarines del odio" tras lo vomitado en las redes sociales a raíz de la muerte de Victor Barrio. En ese trabajo periodístico aparecía un animalista que tenía la osadía de presentar a su colectivo como víctima, porque lo sucedido había dañado la imagen de las cuarenta y siete asociaciones a las que representa. Un examen de conciencia debería llevarles a reflexionar que el visceral argumentarlo y expresión de esos grupos en nada contribuye a ponerle sosiego a la disparidad. Casi medio centenar de asociaciones anima-listas sólo en esta plataforma. La pregunta es si en teoría todas persiguen el mismo fin por qué están tan diversificadas. ¿No serán las subvenciones recibidas en España y la financiación proviene del exterior la que invita a alistarse en los ejércitos animalistas? ¿Es un negocio? Uno de los objetivos que debe de perseguir la Fundación Toro de Lidia tendría que ir encaminado en esta vía de investigación para sacar a la luz pública las tinieblas financieras de las que se nutren estos movimientos peligrosamente radicalizados.
Ojalá que Adrián regrese un día de ese viaje en busca de la vida con las piernas fuerte, la piel tostada, pelo en la cabeza y la gorrilla en la mano como símbolo de una pesadilla pasada. Será torero o aficionado de por vida educado en la ejemplar escuela de valores de la tauromaquia. Es posible que cuando eso se produzca unos cuantos le gritarán asesino al cruzar la puerta de una plaza de toros.
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