Especial vacaciones 2020, Siete días, Siete reportajes 1/7 (La histórica faena de Antonio Bienvenida a "Naranjito", la de los tres pases cambiados)


Antonio Bienvenida citando a "Naranjito" (Fototeca de ABC)

Luego repetiría la suerte en distintas ocasiones. Pero cuando Antonio Bienvenida sorprendió a la afición con sus pases cambiados citando con la muleta plegada fue el 18 de septiembre de 1941, ahora se cumplirán 75 años, en su histórica faena a "Naranjito", un novillo de Antonio Pérez. La monumental madrileña asistió atónita a aquella faena, que aunque luego no la culminó con la espada, nada impidió para que la afición le llevara a hombros desde Las Ventas hasta su casa familiar de la antigua calle General Mola. Al año siguiente, ya matador de toros, quiso repetir la misma suerte en Barcelona; allí surgió la gravísima cornada que le puso al borde de la muerte.

La fecha del 18 de septiembre de 1941 está marcada como uno de los hitos fundamentales en la trayectoria profesional de Antonio Bienvenida y, por extensión, de la Tauromaquia moderna. El trasteo que firmó la referida jornada, siendo todavía novillero, ante “Naranjito”, astado de la ganadería de Antonio Pérez, fue una pequeña muestra aunque a la vez significativa de lo esencial de su concepto. El impacto que supuso la obra del diestro nacido en Caracas, lo colocó en la primera fila del toreo, lugar que ya no abandonaría hasta su retirada definitiva en 1974.

En conjunto, el encierro del hierro salmantino ofreció un juego más que aceptable, salvo algún ejemplar más ayuno de bravura. El reseñado como quinto de la suelta, “Naranjito”, negro listón, con el número 27 en los costillares, lucía buena presencia y había dejado entrever ciertas cualidades en las acometidas iniciales. Éstas se mantuvieron e incluso se incrementaron durante toda su lidia, puesto que acudió con clase y bravura a los caballos de picar y, posteriormente, en banderillas galopó con franqueza hacia donde le llamaban.


El remate del pase cambiado

Al hilo del tercio del tendido ocho, aguardaba el ejemplar de Antonio Pérez al diestro que, con un terno verde y oro, había dejado bastantes metros de distancia entre ambos. Portaba la espada en la mano derecha y la muleta plegada en la izquierda. De esta guisa, citó al novillo, alegrándolo con la voz. “Naranjito” se arrancó de lejos, esperando impertérrito el torero a que el burel llegase a su jurisdicción para, con el cuerpo, cambiarle el viaje, permaneciendo la tela roja de la franela doblada sobre su brazo[1]. El público, incrédulo, respondió con una cerrada ovación ante el desafío planteado por Bienvenida, pero eso fue sólo el comienzo de una faena memorable.

Salvado el trance, el aún joven espada, extendió, ahora sí, la muleta con suma lentitud para embarcar y templar la embestida del cornúpeta, ligando tres extraordinarios naturales, abrochados con un profundo pase de pecho. Los espectadores, movidos por un resorte, se levantaron de los escaños de la monumental, congratulándose de ser testigos de semejante lección magistral.

No obstante, Bienvenida, seguro de sí mismo y amparado en un inmenso valor, repitió por tres veces la serie de muletazos ya descrita, ejecutados, si cabe, con mayor despaciosidad. La plaza de Madrid rugía como pocas veces lo había hecho hasta entonces, no era posible torear con más perfección, milimétrico el ajuste en el cambio, sublimes y majestuosos el resto de pases que conformaron la tanda.

Aunque el burel conservaba la buena condición que ya apuntó nada más pisar la arena, sí que mediado el trasteo se hizo más reservón, pidiendo al torero máxima suavidad en todo lo que llevara a efecto. Así lo hizo el novillero, que con la pañosa en la zurda prosiguió la faena, presentándola siempre plana y moviéndola con una delicadeza extrema. De esta forma, encadenó unos naturales magníficos, que redondearon aún más la sensacional obra que el diestro de dinastía estaba cuajando en Las Ventas.

“Naranjito” va, poco a poco, disminuyendo el recorrido y el ímpetu que tenía al empezar el quehacer, circunstancia que no preocupaba en exceso a Bienvenida, que empleó su propio cuerpo para encelar al animal de la divisa tricolor. Varios molinetes por ambos pitones y un afarolado fueron las postreras suertes que interpretó el torero, que seguidamente se dispuso a buscar la igualada de la res. Con decisión y fe se volcó sobre el morrillo, resultando prendido en la primera de estas oportunidades. Dos pinchazos precedieron a la concluyente estocada, pidiéndose con vehemencia la oreja por parte de los aficionados.

El presidente determinó no conceder el trofeo, algo que, en absoluto, rebajó la importancia de lo realizado, recorriendo el espada el anillo en una doble vuelta al ruedo. Flores y prendas caían desde las gradas del coso de la calle Alcalá  a los pies del creador de tan grandiosa labor, que abrumado por tanto cariño trataba con gestos de demostrar su reciprocidad.

“Morenito de Talavera” y Juan Mari Pérez Tabernero acompañaron al hijo del Papa Negro en día tan espléndido, sumándose al triunfo[2].

La gran trascendencia de la faena de Antonio Bienvenida vino dada, sobre todo, porque hundió sus raíces en el toreo clásico, eterno, ajeno al paso del tiempo y a las modas, que gracias a ella, recobró toda su fuerza y vitalidad.

Esa misma percepción es la que tienen los distintos críticos que narran lo sucedido en el recinto capitalino, como Bellón que en su relato para el diario Pueblo, sostiene que el diestro “resucitó el toreo”. Por su parte, García Rojo en Ya asegura que la proeza realizada sobre el amplio ruedo venteño “no admite semejanza alguna” con ningún otro trasteo ejecutado anteriormente, calificando de “única y personalísima” la obra que el torero caraqueño de nacimiento había regalado al público de Madrid y a todo el orbe taurino. En último lugar, subrayar la sentencia que plasma en Gol el periodista Alardi, asegurando de manera categórica que lo presenciado aquel 18 de septiembre de 1941 no volvería a repetirse jamás.

Bien es verdad que a lo largo de su carrera Bienvenida protagonizó actuaciones verdaderamente cumbres pero ésta frente al astado de Antonio Pérez es, posiblemente, una de las más recordadas. Cuando todavía no había ascendido al grado de matador de toros, fue capaz de compendiar en un solo acto la esencia de la Tauromaquia.

[1] Realizando esta misma suerte Antonio Bienvenida sufrió una gravísima cornada en Barcelona el 26 de julio de 1942, que le tuvo al borde de la muerte.

[2] Algunas fuentes históricos citan en el cartel de esta novillada a Joselito de la Cal  y Rafael Ortega; en realidad, como atestigua “Giraldillo” en su crónica de ABC (19-09-1941), en esta tarde la terna la completaban Morenito de Talavera y Juan Mª Pérez Tabernero.


BIBLIOGRAFÍA.

Arnouil, Pierre y Cossío, Ignacio de: “Grandes faenas del siglo XX”. Colección “La Tauromaquia”, nº 20. Espasa Calpe. Madrid, 2001.

Cossío, José María de: “Los Toros. Crónicas. 1931-1941”. Tomo 27. Editorial Espasa Calpe. Madrid, 2007.

Hiz Flores, María de la (“Mahizflor”): “Bienvenida. Dinastía Torera”. Colección “La Tauromaquia”, nº 50. Espasa Calpe. Madrid, 1993.

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