Julián López "El Juli" ha sido galardonado con el Premio de la Cultura, en su categoría de Tauromaquia, que concede la Comunidad de Madrid. El gobierno regional presidido por Isabel Díaz Ayuso dio a conocer unas distinciones con las que reconoce, en su 21ª edición, la trayectoria y la obra de intelectuales y artistas cuya labor haya incidido relevante en la realidad sociocultura de la región. Los galardones, que cuentan con trece categorías, son honoríficos y se ha fallado a través de la consejería de cultura, Turismo y Deporte. Según la CAM, El Juli, "que en 2023 celebra el 25 aniversario de su alternativa, es toda una referencia del arte del toreo, encabezando el escalafón en 1999, 2000, 2002, nacido en Madrid en 1982, ha recibido la Medalla de oro de las Bellas Artes en 2016, convirtiéndose en una de las figuras indiscutible de la fiesta de los toros, declarada Bien de Interés Cultural en 2011".
Pocas artes encierran tantas supersticiones y manías como el toreo. Los toreros se aferran a imágenes y símbolos buscando protección y suerte. Cristos, Vírgenes o símbolos más laicos, como simples ajos o monedas, han acompañado desde siempre a quienes se juegan la vida en la plaza. Aun así, muchas veces ni el más sagrado de los iconos ha podido terciar para salvar la vida del torero. Y en muchas de las ocasiones que el albero se ha teñido de sangre humana, algo extraño ha precedido al momento fatal. Algo que la gente del mundillo taurino ha tachado de inexplicable, de anómalo e incluso de maldito. Dicen los entendidos que el torero nace, no se hace. En un arte tan antiguo, en el que el hombre se juega la vida frente a una bestia, la buena o la mala suerte, la fe y la superstición desempeñan papeles decisivos, tan importantes como la destreza del matador. El fervor es tal que desde siempre las estampas e imágenes religiosas han acompañado al matador, incluso en el trascurso de
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