"En toda la plaza vimos que la cornada a Manolete era importante" (Entrevista)

 




Hoy se cumplen 74 años de la trágica cornada de Manolete en Linares, un hecho que conmocionó al mundo de la tauromaquia. A pesar del tiempo transcurrido, la figura de Manolete está presente en la mente de los buenos aficionados, que año tras año le recuerdan y organizan actos en su memoria. Y aún quedan también personas que estuvieron sentadas en el tendido aquella tarde de 1947. Uno de ellos es Antonio Robles Marfil, que con sus 92 años a cuestas conserva como un cliché lo vivido aquella triste jornada de toros en Linares.

¿Cómo recuerda ese día?

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Fue un día de mucho ambiente, pero no solamente en la plaza, en todo el pueblo desde por la mañana. La gente estaba dividida entre Manolete y Dominguín, y esa rivalidad se vivía en las terrazas y en la plaza hasta en la manera de aplaudir. En el hotel Cervantes, donde paraba Manolete, no cabía un alfiler. Enfrente del hotel había una muchedumbre que querían verlo salir para la plaza. Ya le digo un ambiente como nunca se había visto en Linares.

¿Por qué fue usted a los toros ese día?

De casualidad. Yo había comenzado a trabajar ese año y el jefe, como era su costumbre, sorteó entradas entre todos nosotros. Fui uno de los agraciados. Esa fue la primera vez que entré en una plaza de toros. Me ilusionó mucho. Estuve sentado en el tendido 1 fila 5 y la cornada se produjo delante de ese tendido...

¿Es verdad que Manolete no estuvo bien en su primer toro?

Los tres toreros, Gitanillo de Triana, Manolete y Luis Miguel Dominguín al terminar el paseíllo tuvieron que saludar al público que reventaba la plaza. La verdad, yo estaba disfrutando tanto que a mí me pareció todo bien. Me fascinaba todo lo que ocurría en el ruedo. Cierto es que su primer toro no le dio facilidades y Manolete estuvo ahí, lo que pasa es que le exigían mucho, sobre todo los cordobeses.

¿Vio la cornada con detalle?

Con todo detalle. La plaza, cuando Manolete montó la espada quedó en silencio. Parecía que no había nadie, y cuando el toro lo prendió fue un grito unánime. Toda la plaza vio que la cornada era importante. Desde luego nadie pensábamos que era mortal. Y además pasamos un mal rato cuando vimos que las asistencias se equivocaron de camino y en vez de tomar el de la enfermería iban para la calle, a los gritos de la gente se dieron la vuelta.

¿Les llegó alguna noticia de lo que pasaba en la enfermería?

Solo se comentó que una ambulancia de Cruz Roja lo llevó al Hospital de los Marqueses de Linares. Desde entonces la corrida dejó de tener interés.

¿Cuándo se supo que la cornada era muy seria?

Al salir de la plaza los comentarios eran tremendos. Yo me fui a mi casa con la preocupación, pero en toda la noche no cesaba de moverse gente para acercarse al hospital. Cuando a primeras horas del día 29 corrió la noticia, Linares era una locura.

¿Por qué cree que Manolete sufrió esa cornada...?

Se ha escrito mucho de si por esto o por lo otro, la cornada la recibió porque estaba de Dios. Manolete sabía muy bien lo que hacía, era el número uno, ante el toro era casi perfecto.

¿Estuvo usted en el Hospital de los Marqueses?

No fui capaz de acercarme. Fíjese qué curioso, al morir Manolete el día se puso muy oscuro y comenzó a llover hasta el punto de que la corrida de ese día 29 se suspendió.

¿Volvió usted a ir a los toros después de esta amarga experiencia?

En 1962 me colocó Pedro Balañá en la plaza de torilero. Yo había estado trabajando en un taller mecánico y sabía manejar las puertas de hierro, y por eso entré. Después a los pocos años me hicieron taquillero y me he retirado en 2019 de jefe de taquillas. He estado vinculado a la plaza 57 años.

¿Volvió a vivir una experiencia igual?

No señor, tan dura como esa no, aunque he visto cornadas de todas clases, pero aquello fue muy gordo. Pero fíjese cómo es el destino de cruel y canalla. Un par de años antes de sufrir Manolete esa mortal cornada, cuando iba a torear a Valdepeñas, atropelló a una niña que salía corriendo sin mirar, la llevó al hospital de los Marqueses y la visitó mientras estaba en observación. Estando Manolete en el hospital visitó las instalaciones y comentó: «Qué bien está todo esto, da gusto estar enfermo para que te traigan aquí». Y dos años después moría en una de sus habitaciones.




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