Especial fallas 2018 (Historia de la Plaza de Toros de Valencia)
Desde 1085, se tiene constancia de las
corridas taurinas en Valencia donde en esa época, siempre sin espacio
fijo y a base de ‘cadafals’. Las plazas de toros se montaban y
desmontaban para cada ocasión. Uno de los lugares destinados para los
festejos taurinos era la Plaza del Mercado, frente a la Lonja de
Valencia, principalmente, aunque también se realizaban corridas de toros
en la Plaza Tetuán, la plaza del Llano de Zaidia, la del Palacio del
Real y la de la Ronda.
Todas las
plazas eran eventuales y temporales para fechas concretas como las
festividades de las Fallas, la Feria de Julio, las Navidades, momentos
en los que se construían las plazas siguiendo la estructura de las
edificaciones que conformaban la plaza, y los carpinteros construían las
tarimas para el público asistente, burladeros, puertas de acceso,
adaptándose a las peculiaridades de cada plaza.
Estos
festejos taurinos eran un boyante negocio que pasaba de mano en mano,
ya que estos festejos gozaban de mucha popularidad, por lo que el
Hospital de Valencia se interesó en el negocio.
Para
hacerse con los derechos de explotación de la plaza de toros, el
Hospital de Valencia solicitó a S.M. Felipe III los derechos aludiendo
que el beneficio obtenido en las corridas de toros, se podía emplear
para los más necesitados, aceptando el Rey la propuesta, una vez
terminaran los derechos otorgados que se encostraban en vigor. Pero
realmente, no fue hasta el año 1739 cuando el Rey Felipe V, otorgó y por
perpetuidad, al Hospital de Valencia, el derecho y explotación de las
corridas de toros en estas plazas desmontables.
Sucedió
así hasta finales del siglo XVIII, cuando la afición era tal que las
plazas desmontables no eran suficientes y nacía la ilusión de una plaza
fija. Según Francesc Cabañés, director del museo taurino de Valencia,
había además, problemas de orden público, pues la gente no estaba segura
en los cadafals y estos se utilizaban para entrar en las casas a robar.
Además, por añadidura, el sistema de montaje no permitía ruedos
redondos y hacía más peligrosa la lidia.
El
impulsor de esa primera plaza fue el intendente Urdaniz, quien en 1798
encargó a los arquitectos Claudio Bailler y Manuel Blasco levantar una
plaza fija, mitad mampostería, mitad madera, extramuros de la ciudad,
junto a la puerta de Ruzafa. Aquella plaza tenía 74 metros de diámetro y
una circunferencia exterior de 334 metros.
Pero
apenas duró unos años. Su ubicación junto a la muralla de la ciudad la
convertía en un peligro para la seguridad de la misma y una facilidad
para los combatientes franceses, así que en 1808, en plena ofensiva
napoleónica, las autoridades decidieron derribarla. Como los primeros
obreros abandonaron la obra de inmediato fue el pueblo quien la tiró al
suelo con maromas y animales de tiro. Pasada la guerra, volvieron las
corridas ambulantes y las plazas desmontables, hasta que en 1850, viendo
el gobernador Melchor Ordóñez el deterioro de las instalaciones de la
calle Quart, recuperó el proyecto de plaza fija y le encomendó el
proyecto al arquitecto Sebastián Monleón Estellés.
Era
una plaza colosal, con 462 metros de diámetro, 86 de altitud y cabida
para 20.000 almas. Pero tampoco fraguó; los siempre presentes problemas
de seguridad para la ciudad, la falta de presupuesto y la epidemia de
cólera de 1854 aconsejaron rebajar las pretensiones y hacer una plaza
con 108 metros de circunferencia, albero de 52 metros, 17 metros de
altura y cabida para 14.000 personas.
La
plaza definitiva, tal y como la conocemos hoy, se inauguró oficialmente
el 22 de junio de 1859, con toros de Nazario Carriquiri y toros de la
Viuda de Zalduendo, para el diestro Francisco Arjona “Cúchares”. En 1861
se inaugura definitivamente con una corrida de Antonio Sánchez El Tato,
dando por buena la inversión de tres millones de reales que había sido
necesaria.
En 1908, se instala el
tendido eléctrico dentro de la plaza, con una potencia de 40 vatios,
para poder presentar espectáculos taurinos nocturnos.
Con
la llegada la Guerra Civil, la plaza de toros se convierte en prisión y
campo de concentración de prisioneros, fusilamientos incluidos. En
aquellos años la gente atravesaba sus puertas para llevar comida a los
presos o para recoger a sus muertos. Quedando la plaza nuevamente
recuperada para los eventos taurinos el 20 de abril de 1939.
Inicialmente,
la plaza de toros, no contenía corrales, se fueron construyendo entre
finales del siglo XIX y principios del XX. El 21 de septiembre de 1946,
hubo que reconstruir una amplia zona de la cara norte destruida por un
pavoroso incendio. Al parecer, el fuego de unos vagabundos destruyó “el
espacio comprendido entre el graderío de los palcos y el forjado del
primer piso, por encima de los tendidos 8 y 9”, decían las crónicas de
la época. Reiniciándose las obras de reparación en noviembre de ese
mismo año, donde se reconstruyen balaustres, asientos de la gradería,
columnas, cubierta de teja y el sistema eléctrico.
El
último lavado de cara se hizo en los años 60, en pleno esplendor de la
lidia. El arquitecto Luis Albert firmó un proyecto que consistió en
reducir el ruedo a los 51,40 metros para ganar barreras; cambiar los
asientos de madera por cemento; ampliar los vomitorios y reformar los
baños. Además, se retiró la valla que separaba la plaza de las calles
Játiva y Alicante, liberando un espacio diáfano que realzaba la
monumentalidad del edificio. Y también allí se construyeron las
taquillas.
En el año 1983, la Dirección General de Bellas Artes, declara a la Plaza de Toros de Valencia Monumento Histórico Artístico.
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